Capitulo 12

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Unos labios se posaron en mi mejilla haciendo que despierte repentinamente, mantuve mis ojos cerrados, pero solté un gruñido cuando me agitaron ligeramente.

—Brooke despierta— susurró y bufé.

—Aléjate de mi, no tienes derecho a besarme cuando quieras— aullé y restregué mis ojos sentándome en la cama.

Me puse de pie y fui a la cocina donde Paul me esperaba con paciencia.

—Hola Paul— lo saludé y me agaché para darle un beso en la cabeza, le serví comida y agua.

Llegué hasta la sala y me senté en el mueble, Paul se acostó a mis pies y vi a Luke cruzando la sala, pero lo ignoré. A los pocos minutos sentí que se sentó junto a mi, rodé los ojos y me giré para darle la espalda. Escuché su risa y bufé viendo a Paul que jugaba con la alfombra.

En cosa de segundos sentí sus brazos rodear mi cintura, quise apartarlo, pero no pude. Me atrajo a él y quedé sentada en su regazo.

—Luke suéltame— susurré sin ver su rostro.

Me removí una vez más y me sujeté con fuerza del descansa brazos del mueble. Entonces me dejó ir.

—Ya han pasado cuatro días, tienes que acostumbrarte. Además creo que tú y yo hacemos buena pareja— comentó y bufé.

Es cierto que estos últimos días se ha portado "bien" de cierta forma, aunque no he podido ver a mis amigas, tengo que vivir con él y no he vuelto a ver a Steve.

—Para que eso pase tienes que volver a nacer— dije irónicamente y su risa me dio náuseas.

Se acercó y besó mi cuello repetidas veces con sutileza, atravesé mi mano para evitar que siguiera tocándome. Por alguna razón sentí ganas de llorar, no lo quería cerca. Extrañaba mi vida.

De repente vinieron a mi imágenes de algo que yo había estado investigando, algo que era imposible de encontrar, era algo más como algo ficticio.

-El Dēceptōris.- susurré involuntariamente y se detuvo.

Me miró y sonrío levantando una ceja.

—Hasta que lo adivinaste— dijo y fruncí el ceño.

-Estas jugando ¿no?, Es imposible que quieras dar con eso. No existe. El Dēceptōris es sólo una fantasía— expliqué y rió.

El Dēseptōris era un cuento que alguna vez escuché mencionar.

—Lo necesito, sólo que no se dónde esta. Ahí es donde entras tú para ayudarme a encontrarlo— me puse de pie bruscamente y bufé.

—¿Qué no entiendes de que no puedes encontrar algo que no existe?— remarqué la última parte y se puso de pie.

—Claro que existe, yo lo he visto. Conozco gente que lo ha visto.

—¿Por qué no le pides ayuda a esa gente?— inquirí y rodó los ojos.

—Si pudiera hacerlo no estuviera aquí, pero no puedo. La única que puede ayudarme eres tú.

No me convencía su actitud, su cercanía y mucho menos el echo de que ¡no existe!, ¿¡Cómo pretende encontrar algo que no está físicamente?!

—¿Cómo sabes que yo sé dónde está?— pregunté viendo sus profundos ojos verdes.

—Escribiste un libro con él, lo soñaste hace unos años— respondió y sentí un nudo en la garganta.

—¿Cómo sabes de mi sueño?— pregunté y suspiró.

El Capitán América y Tú © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora