Fantasmas

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⟩ Arvin Russell ⟨

Me mantuve lejos de las carreteras por miedo a encontrarme algún otro par de locos haciendo autoestop.

Ya era medianoche cuando por fin llegué a Meade. En medio del pueblo, al lado mismo de Main Street, encontré un motel llamado Scioto Inn que todavía tenía puesto el letrero habitaciones disponibles.

Nunca me había alojado en un motel, sería mi primera vez. Cuando entré, miré al recepcionista, un chico no muy grande, seguro era tres o cuatro años mayor que yo, él estaba mirando con cara de aburrimiento una película en un pequeño televisor en blanco y negro que había en el rincón.

—Buenas noches —lo saludé y él me miró de reojo—, ¿Me puedes dar una habitación?

—Cinco dólares la noche —me respondió sin verme—. Cambiamos las toallas todos los días.

—De acuerdo —y de mi billetera saqué los cinco dólares. Él me entregó entonces las llaves de donde me quedaría.

Al entrar a la habitación que marcaba el gafete, lo primero que hice fue ir a darme una ducha. Aún me sentía nervioso y agotado. Era demasiado para un sólo día.

Luego de salir de la ducha y vestirme, fui a la cama y me tumbé encima del colchón.

Tomé mi bolso, saqué botella de whisky que había metido cuando salí de casa. Al sacarla, pude ver una fotografía de Jenner, la tomé entre mis dedos. Estaba alegre de haberme acordado traerla, conmigo.

Por un momento me pregunté cómo la estaba pasando a la par que daba un trago a mi botella. Estaba seguro que se encontraría molesta conmigo por haberme ido de repente sin avisarle antes pero también confiaba en que me entendiera el porqué había decidido irme sin decirle nada, al final de cuentas, estaba yendo directo al fin del mundo como le había dicho.

Pero cuánta falta me hacía sentir sus manos sobre mi cabello o sus besos repartidos en mi rostro. Me hacía tanta falta tomar a mi _____ entre mis brazos.

En la pared vi un cuadrito de Jesucristo crucificado. Cuando me levanté para orinar, le di la vuelta al cuadro. Me recordaba demasiado al que había en la cocina de la abuela. Seguro ella se sentía decepcionada también, y ni hablar de Lenora y mi tío. Pero lo había hecho por el bien de mi hermana, no me arrepentía de eso.

A las tres de la mañana ya estaba lo bastante borracho para irme a dormir. Me desperté sobre las diez de la mañana, después de tener una pesadilla con la pareja de mi último autoestop.

En el sueño, la rubia me disparaba igual que había hecho la tarde anterior, pero esta vez acertaba a darme en mi frente y era yo quien moría en su lugar.

Los demás detalles eran vagos, pero creía recordar que ella me hacía una foto.

Me acerqué a la cortina y contemplé el tráfico que pasaba por Bridge Street mientras fumaba un cigarrillo y al acabarlo me volví a duchar. Después de vestirme fui a la recepción a preguntar si me podía quedar la habitación un día más.

El recepcionista de la noche anterior seguía en su puesto. Estaba medio dormido, masticando un chicle de color rosa.

—Debes de trabajar un montón de horas —le hablé.

Él bostezó, asintió con la cabeza y anotó en su registro.

—Mi padre es el dueño —me contó—, o sea que cuando no estoy en la universidad soy más o menos su esclavo —me dio mi cambio—. Aunque peor sería que me mandaran a Vietnam.

—Sí, supongo que sí —metí los billetes sueltos en la billetera entonces—. Antes había un restaurante por aquí que se llamaba Wooden Spoon. ¿Sigue abierto?

SINNERS (Arvin Russell y tú) [TERMINADA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora