2. Solo una miradita más

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Capítulo 2. Solo una miradita más

Lana

Nalgas.

Nalgas redonditas.

Es lo único en lo que puedo pensar en las clases; en las nalgas de Liam. Es que son demasiado firmes, como las de un bailarín, redondas, perfectas, increíblemente musculosas y lindas.

Nalgas.

Hasta podría hacer un poema para esas nalgas de no ser porque tengo un ensayo de creatividad que presentar al final de la clase, algo en lo que soy buena, pero no mucho en escribir. Yo soy más de hacer manualidades, pintar y ensuciar mis manos con los detalles que mi mente grita.

Abdominales.

Ay, no.

No puedo dejar de pensar en su perfecto abdomen y la forma en la que se movía cuando él se tapaba la entrepierna. Menos mal que no vi su entrepierna, eso hubiese sido un sueño demasiado intenso para mí.

—Dejen sus trabajos en la mesa —proclama el profesor.

Escribo con furia en la hoja y sonrío al ver mi pequeño relato de horror. Tomo la correa de la mochila y dejo la hoja sobre la pila que se ha formado en el escritorio del mejor profesor de literatura que he tenido.

—Lana —dice con reproche. Me detengo y regreso hacia su lado—. El último trabajo sobre la historia de amor —suspira acomodando sus gafas circulares—. Sé que todos no conocen del amor, pero tú lo llevas a otro nivel.

Abro la boca consternada. ¿De qué está hablando?

—Se supone que era un relato sobre el amor, una que me convenza y tú lo convertiste en una matanza.

Ah, eso.

—Es una clase de amor. El amor hacia el poder, que nunca es suficiente y que para llegar a él se debe recurrir a la muerte. A veces.

Sacude la cabeza.

—Entendí la referencia de tu historia. Lo que tú no entendiste es que quería una historia de amor... normal. Suave, entre dos personajes. Nada más. —Me entrega la hoja donde veo un cuatro. ¡Un cuatro sobre diez! Auch—. Recupera la nota escribiendo algo de lo que mandé. Tienes hasta el viernes.

Mi ceño no puede estar más fruncido que el que tengo dibujado en mi rostro ahora. No puedo tener un cuatro, jamás he tenido un cuatro.

Mis notas siempre oscilan del ocho para arriba. No puedo tener una mala nota puede perjudicar la beca estudiantil que tengo.

—Prometo mejorar.

—Sé que lo puedes hacer. —Vuelve a acomodar sus lentes porque se resbalan por el puente de su nariz, como si tuviera aceite en su piel—. Quizás si haces unos ejercicios de reflejo puedas entender mejor lo que quise del trabajo de literatura. Hagamos un ejercicio rápido.

Asiento sin entender y él entiende que yo no entiendo.

—Di la primera palabra que se te venga a la mente. —Asiento la cabeza—. Casa.

—Árbol.

—Laguna —dice.

—Patos.

—Cuerpo.

—Nalgas.

—¿Nalgas? —pregunta confundido.

—Liam.

—¿Qué? —Su rostro es la imagen viva de la confusión, se aleja en el asiento de ruedas y se aclara la garganta—. Creo que tienes algo más en mente.

Sueños de color púrpura ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora