Capítulo 29. Me tienta provocarte
Liam
Deberíamos haber dormido en la cama. Deberíamos.
Solo que, terminamos conversando en el piso. Sentados mientras nos contábamos cosas insignificantes, cosas que jamás conté a nadie y que no deberían ser importantes.
Hasta que se los cuentas a la persona correcta.
Como la vez que me lesioné la muñeca y decidí dejar de jugar vóleibol y conocí el mundo de la Fórmula 1.
Lanita me cuenta que tiene decenas de cuadernos con sus dibujos, guardados en casa de John y Susie.
Yo le digo que prefiero los perros a los gatos.
A ella le gustan los gatos, pero siempre ha querido tener un pingüino aunque no sabe cómo cuidarlo.
Yo le digo que le daré un peluche en recompensa.
Mi espalda me duele por dormir en el piso. Tengo el cuello dislocado —puede ser que no—, pero me duele demasiado cuando volteo para ver a Lanita a mi lado, durmiendo en posición fetal.
Dormir sobre la alfombra acolchada no aminoró lo duro del piso.
Sin embargo, cuando veo a Lanita, acurrucada a mi lado, el dolor cesa.
Porque me gustó haber conversado gran parte de la noche y madrugada, acostado en el piso junto a ella.
Me gusta que fingimos que en el techo habían estrellas. Que me haya contado la etapa en la que sólo usaba Converse de colores llamativos.
O que le haya dicho de la mi etapa en la que no me rasuraba porque pensaba que así me veía más adulto.
Esas cosas triviales no deberían ser tan importantes para mí, y mi memoria no debería recordar cada detalle de lo que ella me dice.
Pero lo hace.
Lo hace.
Miro hacia atrás, hacia donde la cortina está corrida y los rayos del sol están cubriendo el piso hasta el punto donde tocan mis ojos y debo cerrarlos como si estuviera con resaca.
Me desperezo en el piso, solo que eso me provoca más dolor en la espalda.
Bostezo y hago el intento de sentarme sin despertar a Lanita que no parece incómoda.
Retiro el cabello que cubre una parte de su rostro y con cuidado, la sostengo en los brazos llevándola a la cama.
Cojo la punta inferior de la sábana y la cubro para que no se despierte por el frío.
Una de las peores sensaciones.
Voy de puntillas hacia la puerta y salgo dando una mirada hacia ella para percatarme de que sigue dormida.
—Liam.
Mi espalda se endereza y giro en redondo para ver a mamá, quieta, al comienzo de las escaleras con los ojos encerrados, juzgándome.
—Ma —saludo.
—Esa no es tu habitación.
Inspecciona mi cuerpo y frunce más la boca cuando me ve sin camiseta. Una vieja y mala costumbre que detesta que haga en casa.
—Seamos sinceros mamá, esto no es lo peor que me has visto hacer.
Cruza los brazos sobre el albornoz que lleva y eso solo indica que no debí haber dicho eso.
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Sueños de color púrpura ✔
Teen FictionSegundo libro de la serie "El color perfecto" ❤️ Sinopsis Lana Watson está teniendo la peor mala racha de su vida. Se quedó sin lugar donde vivir, no tiene dinero y tiene un crush con el playboy del campus que no la mira ni dos veces. Esto solo pue...