27. Llámame cuando quieras escapar

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Este capítulo va dedicado a la cumpleañera del día de hoy (no sé cómo se dedica un capítulo así que lo haré manualmente).

¡Feliz cumpleaños! Espero que lo disfrutes.

(...)

Capítulo 27. Llámame cuando quieras escapar

Liam

No se me pasa desapercibido los ojos tristes que tiene Lana. No me gusta verla así.

Odio tener que verla así.

Dejo que se siente en una de las sillas de madera y tomo asiento a su lado, viendo cómo están jugando el partido de voleibol en el que debería estar jugando.

Al no encontrar a Lanita y ver a Paris hablando con una de sus amigas entré en pánico.

No se supone que la traje a una fiesta para dejarla tirada e irme con mis amigos.

Nunca debí haber hecho eso.

-¿No vas a jugar? -Aparta su cabello del rostro y me sonríe de forma tierna, pero la tristeza está aún ahí.

-Prefiero quedarme contigo.

-Yo quería verte jugar y saber si lo que dice tu padre es verdad. -Hace un ligero puchero y no me puedo resistir ante ella.

Bajo la cabeza y le robo un beso suave antes de ponerme de pie y estirar mis brazos sobre la cabeza, moviendo el cuerpo hacia los lados como si estuviera calentando antes de jugar.

Pero solo lo hago porque quiero sentir sus ojos en mí y ladeo la boca cuando la encuentra con la mirada siguiendo las líneas marcadas de mi pecho.

-Si tanto quieres -digo.

Le doy la espalda y voy hacia una esquina donde están a punto de sacar el balón.

-¿Vas? -pregunta uno de mis amigos del colegio y sujeto el balón dándole la respuesta.

Doy un golpe fuerte al balón, haciendo que cruce la red e impacte contra el piso.

Uf. Eso fue un saque magistral.

Mis compañeros me dan palmadas en las espalda y doy una mirada hacia Lanita que sonríe y aplaude.

Paris aparece a su lado y se sientan a vernos aunque hablan entre sí.

Me concentro en el juego y en lucir bien. ¿Por qué no lo haría? Eso es lo que mejor se me da cuando juego.

Fue una gran ayuda haber entrado al equipo en la época cuando me tuve que rapar el cabello.

Entrenar sin camiseta cuando mi cuerpo estaba cambiando ayudó a reforzar mi nombre en el instituto.

A las chicas les gustan los deportistas, los que son atractivos y a los que no les gustan las relaciones serias. Como si una de ellas fuera a ser la indicada y hará que uno cambie para siempre.

Gran error.

Giro la cabeza hacia Lanita y ella está hablando con Paris de forma tierna, negando la cabeza y la abraza de costado antes de soltar una risa.

Sonrío por inercia y doy un golpe duro al balón cuando cruza la red, evitando que llegue lejos.

Mi bloqueo hace que el balón caiga hacia la cancha de arena de los contrarios y el engreimiento se me sube hasta la cabeza.

Escucho el grito de aliento de Lanita y eso sólo me ayuda para seguir jugando de forma fuerte.

Los números cambian en el marcador que tiene un sujeto sentado en la parte superior de la silla, fingiendo ser el juez del partido.

Sueños de color púrpura ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora