7. Cambiando de posiciones

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Capítulo 7. Cambiando de posiciones

Liam

No caí en cuenta que tendría a Lanita durmiendo conmigo, en la misma cama, hasta que la luz del día desapareció. Hasta que vimos la mitad de la primera temporada y hasta que ella tuvo que salir al campus para unos trabajos.

El dormitorio se quedó en completo silencio y el aroma de Lanita se quedó impregnado en el ambiente.

Coco.

Me gusta.

Bajo las escaleras cuando los sonidos de metal en la cocina suenan con fuerza. Taylor ya debe haber llegado y no suena de buen humor.

Entro a la cocina, justo cuando Taylor deja todas las ollas que hizo caer encima de la isla de la cocina.

—Holiwis. ¿Por qué andas de mal humor?

Taylor se da la vuelta con la frente arrugada.

—Creí que no había nadie. Tu auto no está fuera.

Asiento con la cabeza cogiendo una uva de la cesta.

—Si. Lanita se lo llevó porque necesitaba ir al campus y quizás regrese de noche y prefiero que vaya en mi auto que en taxi. —Escupo la uva al lavabo cuando siento un sabor fermentado—. Qué asco. Está uva sabe a dañada.

—¿Le diste tu auto a Lana? ¡¿Qué?! Estoy en un mundo paralelo. ¿Qué sucedió? ¡¿Qué?!

Me siento sobre la encimera viendo el rostro sorprendido de Taylor. Sus ojos parecen querer salir de su lugar.

—Le di el auto a Lanita...

—No. No. Eso sí entendí. ¿Por qué? —Se acerca y me toca la frente con el dorso de su mano—. No estás enfermo.

Retiro mi cabeza hacia atrás.

—¿Qué te pasa a ti?

La puerta principal se abre y escucho el sonido inconfundible de los zapatos de Leister que se dirigen hacia nosotros.

—Leister. Algo le pasa a Liam.

Leister se acerca, quedando junto a Taylor y me mira de pies a cabeza.

—Yo le veo igual de tonto.

Le saco el dedo del medio en respuesta.

—Le dio su auto a una chica —anuncia Taylor como si hubiese descubierto el agua fría.

Leister abre la boca tanto que le meto mi dedo en la boca haciendo que empiece a toser y escupir en el piso.

—¡Qué mierda, Liam!

—Se te iba a meter una mosca. Estaba ayudando a evitarlo.

Taylor sacude la cabeza, sin salir de su mundo de fantasía.

—¿Por qué le diste a ella tu auto? Dijiste que nunca le ibas a prestar tu preciado Porsche a nadie.

Exhalo con cansancio y salto de la encimera, pasando a Taylor.

—Lo necesitaba para ir al campus. No me escuchas Tay-Tay.

—¿Y cuándo yo lo necesitaba cuando no había taxis para ir a clases? —pregunta Leister apuntando a su pecho.

—A ustedes no les presto nada.

Leister mira a Taylor con sorpresa, apuntando hacia mi dirección.

—¿Escuchas lo que dice? Y en cualquier caso, ¿quién es la chica?

—Lanita —digo.

Vuelvo a comer otra uva para darle una nueva oportunidad. Quizás la otra estuvo mala y está sea diferente.

Sueños de color púrpura ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora