5. Carcomiendo la conciencia

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Capítulo 5. Carcomiendo la conciencia

Liam

No, no, no.

¿Por qué siento algo pesado en el pecho? Como si tuviera atorado un ladrillo que quiere salir por mi trasero.

¿Por qué estoy enojado conmigo mismo?

Es como cuando tenía diez años y le dije a mamá que la odiaba porque no quiso mandarme a la fiesta de Rick Solriz porque sabía que se iban a poner a tomar alcohol.

Durante toda la semana sentí algo pesado en el pecho por haberle dicho eso. Al final de la semana le pedí perdón y el alivio volvió al cuerpo cuando ella me abrazó.

Estoy sintiendo exactamente lo mismo ahora. Ni siquiera puedo disfrutar de comer el desayuno que preparó la mamá de Taylor para nosotros.

—Tienes una cara tan larga que te va a llegar al piso.

Miro a Leister que come con mesura.

—Lanita consiguió un lugar donde vivir temporalmente.

—¿Y?

Suelto la cuchara que rebota contra el plato.

—Que no debería hacerlo. —Cubro mi rostro con las manos—. Esto es mi culpa.

—Coincido totalmente —dice de espaldas Taylor mientras sigue lavando los platos.

Entierro las manos en el cabello.

—Soy una mala persona.

—Lo eres —responde Leister.

—Terrible —coincide Taylor.

Hago a un lado la comida de la mamá de Taylor, sin mucho ánimo ni hambre para seguir comiendo. Por ahora.

Leister le da una mirada a Taylor y este se acerca al mesón, colocando los codos sobre la mesa.

—¿Quieres ayudarla?

Asiento la cabeza hacia él.

—Entonces busca una solución. Algo que no te mate en el proceso como esa vez que salvaste a ese gato que casi te deja sin cara.

Me toco la mejilla por inercia recordando los rasguños que estuvieron por días en mi piel. Desde ese día juré odiar a los gatos.

—¿Qué se supone que debo hacer?

—¿Y yo qué sé? —responde Leister.

—Piensa en algo que le falte. —Taylor me palmea el hombro—. Vas a arreglarlo amigo.

—Gracias Taylor, eso sí es de un amigo —elevo la voz hacia Leister que me saca el dedo de la mitad desde el lavabo.

Miro la hora en el celular esperando que sea tiempo para ir a clases. No pude ni dormir bien por esa sensación extraña en el pecho.

Clark aparece en la cocina sirviéndose una tostada que nos hizo Taylor.

—Oye, oye. ¿Tienes el número de Lanita?

Clark se detiene con la tostada en la boca y me mira con seriedad.

—¿Para qué quieres?

—Quiero hablar con ella.

—¿Para qué?

Subo las manos sobre la cabeza con cansancio.

—¡Solo dame el número!

Sueños de color púrpura ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora