3. ¿La consciencia sirve para algo?

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Capítulo 3. ¿La consciencia sirve para algo?

Liam

Horas antes ese mismo día…

Lo primero que hago al salir de casa es quedarme parado, entumecido por la sorpresa. 

Esto es una broma de mal gusto que alguien me tendió. 

Esto no puede ser real, está es una broma de muy mal gusto y estoy tan seguro como que soy guapo, que alguien va a morir esta vez.

No existe nada, repito, nada, que me haga enojar más que el hecho de que se metan con mi auto.

No porque sea mío o porque nunca aprendí a compartir nada con nadie, es porque me lo compré con mi esfuerzo. 

Trabajé durante todo el verano en la empresa de papá, haciendo papeleo de su bufete de abogados para ahorrar.

Enterré mi cabeza en papeles de lunes a viernes, sin tener una aventura con chicas, sin sexo de ningún tipo, sin nada de contacto porque no tenía tiempo para eso. 

Aunque los fines de semana me desmandaba en recuperar el tacto perdido, pero nunca me dediqué a nada más que no sea trabajar. 

Y me compré mi auto, con mi sudor, con mis horas de trabajo extenuante hasta la madrugada, con mis dedos entumecidos al teclear tantos documentos. 

Un último modelo, de color plateado, con asientos de cuero y parlantes potentes incorporados. Con todo lo que debe tener un auto.

Solo que ahora tiene todo el parachoques roto, despedazado, colgando de la parte frontal, como un pedazo inservible. 

Devuelvo mis pasos hacia la casa que comparto con mis tres mejores amigos de la vida, los tres hombres que forman parte de mi perfecta vida desde que ingresé al campus. 

Los tres chicos que van a morir cuando los encuentre. 

Taylor está sentado en el mesón comiendo piña o papaya o alguna fruta. Me mira con los ojos somnolientos cuando aparezco enfurecido, quemando el suelo a mi paso.

—¿Quién fue? 

Entrecierra los ojos.

—¿Quién fue qué? —pregunta. 

Bueno, no quiero perder el tiempo, Taylor no fue. Él jamás haría algo así, es el más serio y responsable de todos.

—¿Quién fue qué? ¡Oye! No me dejes con la duda. 

Giro sobre mí mismo y subo las escaleras a paso apresurado hasta la habitación de Leister. 

Abro sin golpear para verlo aún durmiendo en su cama, hecho un ovillo. Sujeto el final de la manta y la tiro hacia el suelo.

Él se levanta asustado hasta que me ve y me gruñe como un perro.

—Mierda Liam, no estoy de ánimos para tus tonterías. No molestes. —Intenta coger la manta, pero me pongo en su camino.

—¿Qué fue lo que le hiciste a mi auto? 

Frunce el ceño.

—Yo no hice nada a nadie. ¡Ni siquiera me prestas el auto! 

Escucho sinceridad en sus quejidos y lamentos de niño grande. 

—Y solo Clark conoce el lugar donde escondes las llaves de repuesto —concluye despertando poco a poco—. ¿Qué le pasó a tu auto? 

Le doy la espalda escuchando sus pasos descalzos hasta bajar corriendo las escaleras mientras voy directo hacia la habitación de Clark —soy el mejor en natación— Larsson. 

Sueños de color púrpura ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora