Candela no vio venir el beso hasta que sus labios estuvieron posados sobre los suyos y su lengua reclamó la suya con determinación.
Demasiado sorprendida como para atinar siquiera a reaccionar, apenas tuvo tiempo de echarle los brazos al cuello y – por alguna extraña razón que ni siquiera ella era capaz de explicar – seguirle el ritmo. Pronto, el ruidito de alguien aclarándose la garganta a sus espaldas resonó como materialización de sus peores temores.
Enrojeció hasta la raíz del cabello cuando él la separó de sí, con una sonrisa dulce que la dejó atónita. ¿Por qué demonios no lo había apartado?
Su cerebro lo atribuyó al impacto del momento, pero su corazón era retorcido y se empeñaba en mortificarla con falsas esperanzas vanas.
Allí, parada frente a ellos con el rictus severo e incrédulo, se hallaba una mujer mayor de porte regio y elegante que tenía los mismos ojos verdes de Günther. Su abuela.
Candela tragó en seco, acalorada. ¿Se podía pasar más vergüenza?
— Vaya, vaya, no sabía que tenía un nieto tan apasionado. ¿Esto es lo que haces en realidad cuando le dices a tu padre que trabajas tanto en la oficina?
Caray, no había sonado para nada como la ancianita adorable que Candela se esperaba. Por el contrario, su tono era sardónico e insidioso y ello, junto con la manera en que la observaba de pies a cabeza, no contribuía precisamente a tranquilizarla.
Tenía que confesar que, viendo a aquella imponente mujer, podía entender un poco mejor la reacción de Günther, aunque eso no quería decir que el beso le hubiera gustado.
Para nada.
En lo absoluto.
— Disculpa abuela, sabes que soy muy responsable...pero mi prometida me tiene encandilado — contestó, componiendo una sonrisa angelical.
Candela, por su parte, se quedó de piedra.
¿Su qué?
¿Su prometida?
No podía haber dicho que era su prometida, ¿Verdad?
Acababa de decir que era su prometida, sí eso había hecho.
— Vaya, así que tu prometida...—. Candela estaba tan sorprendida como ella, pero la mirada fría de Günther encerraba una clara advertencia y se obligó a disimular, pensando que ya ajustaría cuentas con él más tarde —. No me habías contado nada...
Era un velado reproche y a nadie le pasó desapercibido.
No obstante, Günther permaneció impertérrito y no tardó en preparar una réplica creíble.
— Bueno, iba a hacerlo pero te me has adelantado.
La mujer frunció los labios y, aunque no pareció muy convencida, decidió no objetar nada más. Prefería obtener información sobre la prometida en cuestión.
— Ella es Candela Flores. Candela, te presento a mi abuela, Ingrid Von Ziegler.
Un silencio incómodo sobrevino, hasta que finalmente una cortada Candela le tendió la mano a la regia señora, que se la estrechó con un apretón vigoroso. No dejaba de escrutarla ni un segundo, lo cual no contribuyó precisamente a disipar sus nervios.
Menudo mal rato estaba pasando por culpa de su maldito jefe...
¿A qué venía eso de su prometida?
— Encantada de conocerla señora Von Ziegler — atinó a decir, algo cohibida. Por muy fuera de lugar que se sintiera, no podía dejar que esa mujer la tomara por una maleducada.
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SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}
RomanceDejar atrás toda tu vida nunca es fácil, eso Candela lo sabe bien. A sus veintisiete años mudarse a Alemania por motivos de trabajo no debería suponerle un acontecimiento tan incierto y aterrador. Sobre todo porque es consciente de que mucha gente m...