🥀CAPÍTULO DIECINUEVE🥀

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—Así que eres tú — dijo y se tensó cuando ella le extendió la mano sin el menor ápice de vergüenza. ¿Por qué estaba siquiera hablando con ella si sabía quién era? Y era obvio que lo sabía.

—Sí, no esperaba que Günther te hubiera hablado de mí. Solía ser muy reservado.

Que hablara como si todavía lo conociera le hizo hervir la sangre. Y, aunque sabía que estaba mal, no pensaba negar que se había enterado de lo sucedido por su propia boca. No tenía por qué darle explicaciones, después de todo.

—Quizá contigo. A mí me lo cuenta todo. La confianza es el pilar de nuestra relación —espetó, sin poder contenerse. No tenía por qué ser amable con la mujer que le había hecho tanto daño a Günther.

—Oh. Me alegro. Es estupendo que haya pasado página...— soltó, con desdén.

Era notorio que no esperaba que Candela le respondiera con esa seguridad aplastante y que sus intenciones eran sembrar discordia. Pues se había equivocado, después de lo de Erika estaba más que preparada para lidiar con una encerrona así.

—Pues sí. No tardará en venir a buscarme, no podemos estar separados un segundo, ya sabes cómo va esto ¿no? — le lanzó la pulla y después imitó su sonrisa falsa.

A Willa le temblaban las mejillas. Apenas podía contener su molestia. Candela sintió pena por ella, pues dudaba que supiera siquiera lo que era sentir algo tan especial por una persona. No había sabido valorar el amor de Günther, por el contrario, había pisoteado su corazón y ahora le tocaba a ella recoger los pedazos rotos.

Y no le importaba. Porque lo quería. Ya no tenía dudas, ni podía seguir negándoselo a sí misma. Aunque fuera una locura, aunque lo tuviera todo en contra.

Estaba enamorada de Günther Von Ziegler.

—Claro. — Willa se dio cuenta de que no tenía nada que hacer y acabó la conversación con la escasa dignidad que le quedaba — encantada de conocerte —masculló, antes de salir del baño pisando fuerte.

—Willa — llamó y la otra se giró, interrogante —. Has dejado escapar al hombre más maravilloso que existe y solo espero que tu conciencia te deje dormir por las noches después de lo que le hiciste, porque a mí el mero hecho de mirarlo a la cara me daría vergüenza —soltó, en un tono tan firme que la otra se echó hacia atrás, sorprendida. No atinó ni a replicar antes de salir de allí pisando fuerte. 

Candela tuvo que contenerse para no empezar a dar saltos como una loca, no solo por haberle dado un poco de su propia medicina a Willa, sino por sus sentimientos recién admitidos.

Estaba eufórica, tan ansiosa porque su alemán gruñón entrara por esa puerta de una vez y la besara que no se dio cuenta de que una de las puertas de los cubículos se abría hasta que al vislumbrar a través del espejo dos siluetas – un hombre y una mujer – se sobresaltó y dio un pequeño respingo que terminó por colorearle las mejillas cuando descubrió de quiénes se trataba.

Eran Savannah y Karl, su guardaespaldas.

Y ella acababa de sorprenderlos en pleno affaire.

Quiso que la tierra se la tragara. Al parecer, tenía un don para interrumpir momentos íntimos.

Así fue como conoció a Günther.

Si no hubiera estado tan avergonzada hasta se le habría escapado una carcajada al rememorar aquella escena.

—Perdón, ya me iba. No he visto nada, de verdad — farfulló, a toda prisa, tratando de escapar hacia la salida.

Tendría que inventarse algo con Günther.

SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora