🥀CAPÍTULO VEINTISIETE🥀

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Por absurdo que pudiera parecer visto desde fuera, la reacción que tuvo Günther ante las palabras de Candela fue a echarse a reír.

Reía porque no podía ser, porque tenía que tratarse de una broma de mal gusto.

Era imposible que ella no quisiera casarse, se dijo a sí mismo. Ella lo quería. Además, en el improbable caso de que le hubiesen entrado dudas, se lo habría dicho.

¿Verdad?

La miró.

A duras penas podía sostenerle la mirada y parecía que estaba a punto de echarse a llorar.

Tragó saliva.

El silencio y la tensión que reinaba entre los presentes podría haberse cortado con un cuchillo. Nadie daba crédito a lo que estaba sucediendo.

— ¿Qué? No. No hablas en serio, ¿verdad? No puedes estar hablando en serio — farfulló, sin ser consciente de la vulnerabilidad que dejaron traslucir sus palabras.

Candela quiso morir por dentro. No podía soportar el dolor en su mirada y casi sintió cómo se le rompía el corazón en miles de fragmentos cuando la revelación deformó sus facciones en un rictus pétreo que enmascaraba que esa herida que creyó que estaba cicatrizada, sangraba de nuevo. Solo que aquella vez era mil veces peor.

— Lo siento...— musitó, con la visión borrosa por culpa de las lágrimas que pugnaban por salir.

Günther resopló. Se había quedado paralizado y no parecía ser capaz de hilvanar una frase coherente siquiera.

Elliot estuvo a punto de intervenir para sugerir que pasaran a la sala a hablarlo en privado, cuando la llegada de un mensaje al móvil de Günther lo detuvo en seco.

Como si intuyera que fuera lo que fuera, se trataba de algo importante, lo sacó con las manos temblorosas por la rabia que empezaba a hormiguearle en las venas y abrió el mensaje.

Pero nada, ni en un millón de años, podría haberlo preparado para lo que vio en aquellas imágenes que había recibido de parte de un número anónimo.

Era Candela – su Candela – a solas en una habitación de hotel...nada más y nada menos que con el canalla de Frederick Doménech. Y se les veía a ambos en una posición bastante comprometida que provocó que le hirviera la sangre.

Pero la cosa no terminó ahí, porque había otra instantánea de los dos. En un pub que solían frecuentar en los descansos del trabajo.

Günther no pudo soportar seguir mirando las pruebas del delito por más tiempo y lo apagó. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarse y no estrellar el teléfono contra la pared.

Le temblaban las manos cuando la asió con brusquedad por el brazo y sin mediar palabra, la condujo de malas maneras hacia el interior de la casa. Tenía mucho que explicarle y más le valía que tuviera una muy buena excusa. O la cosa se iba a poner fea.

Porque acababa de romperle el corazón y humillarlo de la peor manera posible frente a todos. Luego, no contenta con eso, lo había pisoteado.

Nadie osó meterse, ni tratar de detenerlo. Aquel era un asunto de pareja, bastante serio por cierto, y debían resolverlo entre ellos.

El portazo que dio Günther fue tan fuerte que tenía que haberse escuchado hasta en España.

Resoplando como un toro, la soltó y empezó a pasearse por la estancia como un león enjaulado.

— ¿Las fotos son auténticas? — preguntó, haciendo un esfuerzo titánico para controlar el tono de voz. Pero al ver que ella no contestaba, acabó estallando —. ¡Contéstame! ¿Son auténticas o no? — bramó, dando un golpe en la mesa que la hizo pegar un respingo.

SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora