— ¿Es esto algún tipo de broma de mal gusto? Porque honestamente espero que sí, que no lo esté diciendo en serio, señor Günther. ¡Es una completa locura! — soltó, incapaz de quedarse callada ante aquel disparate que pretendía que ella aceptara como si nada.
Sin embargo, a juzgar por la seriedad de su gesto, no se trataba de ninguna broma.
Ay madre, está como una cabra. Pensó ella, queriendo que la tierra se la tragara lo más lejos posible de allí. Aquellas cosas solo le pasaban a ella, definitivamente.
— ¿Tengo pinta de ser un hombre al que le guste bromear con una situación tan delicada como esta, señorita Flores? — espetó, molesto tan solo por el hecho de que a ella se le ocurriera pensar que le tomaría el pelo. No era esa clase de hombre y de no estar en una situación desesperada jamás le habría propuesto una locura semejante.
Pero es que no tenía otra opción.
Porque confesar la verdad estaba descartado, o su abuela lo avergonzaría – más de lo que tenía por costumbre – durante el resto de su vida. Y eso no iba a tolerarlo.
Estaba en manos de Candela. Y eso no le gustaba en absoluto. Él siempre necesitaba tener el control, por eso estaba tan frustrado.
Y que ella mantuviera su silencio y tuviera una expresión tan hermética le molestó todavía más, aunque no tanto como lo que dijo a continuación:
— Necesito pensármelo, esto...ha sido demasiado repentino. Todavía creo que es una broma y en cualquier momento alguien sacará la cámara oculta.
Günther resopló. ¿Se creía que para él era plato de buen gusto?
— Ojalá lo fuera. Y, honestamente, no tenemos mucho tiempo para decidir, así que no puedo concederle demasiado tiempo para meditar la oferta — replicó, inflexible.
Ella enarcó las cejas y temió que se diera cuenta de que la estaba presionando indirectamente para que aceptara. En eso era experto, pues era una táctica que empleaba cada vez que tenía que cerrar un acuerdo de negocios. Pero aquello no era un negocio, maldita sea.
¿O sí? Tal vez, si lograba manejar las cosas con su característica frialdad, no tendría por qué pasar nada entre ellos más allá de algún beso protocolario en público. Y quizá de ese modo convenciera a Candela de aceptar.
— Entienda que para mí ha sido difícil de encajar, señor Von Ziegler. Así que me gustaría saber qué pasaría si...me negara — aventuró, mirándolo con ojillos de cordero.
Günther apretó la mandíbula. Admitía que la había subestimado. Claro que no quería formar parte de una patraña semejante, ¿por qué iba a hacerlo?
¿Por dinero? ¿Por estatus? ¿Para pasar un buen rato con él?
No, ella no era de esas.
Lo cual, en aquel momento era un problema para él. Y de los gordos.
Por eso, fue más duro y contundente con ella de lo que lo habría sido en cualquier otra circunstancia.
Se aflojó la corbata, inclinándose hacia ella por encima del escritorio hasta que sus rostros estuvieron a escasos centímetros de distancia. El rubor escarlata que adornó sus pálidas mejillas denotó el nerviosismo que su cercanía le provocaba y sonrió como un tiburón.
— Bueno me temo que entonces tendría que marcharse definitivamente y renunciar a su puesto en esta empresa. Solo así sería creíble una ruptura.
Leyó la indignación y la impotencia en su semblante y por un segundo se sintió mal con lo que estaba haciendo, pero fue solo un instante pues si tenía razón ese sería el empujoncito que la haría ceder.
ESTÁS LEYENDO
SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}
RomanceDejar atrás toda tu vida nunca es fácil, eso Candela lo sabe bien. A sus veintisiete años mudarse a Alemania por motivos de trabajo no debería suponerle un acontecimiento tan incierto y aterrador. Sobre todo porque es consciente de que mucha gente m...