🥀CAPÍTULO VEINTICINCO🥀

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Günther no veía la hora de que aquella maldita reunión tocara a su fin.

Pese a estar físicamente allí sentado en una butaca de la sala de juntas, su corazón se encontraba extrañando a Candela como un loco y deseando estar a su lado en aquella habitación de hotel, con toda una noche por delante para hacerla gemir de placer.

Lamentablemente, aquello aún no tenía pinta de terminar. Había muchos asuntos pendientes que solucionar y ya iban a contrarreloj. Todo el mundo estaba tenso y malhumorado, pues a nadie le apetecía estar todavía en la empresa a altas horas de la noche.

—Günther, te están hablando — cuchicheó Elliot, en voz baja, al tiempo en que le daba una patada por debajo de la mesa para llamar su atención.

Eso bastó para que volviera de golpe a la realidad, para encontrarse con que doce pares de ojos lo miraban con expectación. Se recompuso de inmediato, demostrando que no ocupaba la silla presidencial por su cara bonita, e intervino con una seguridad aplastante, como si no hubiera perdido detalle de todo cuanto allí se había dicho.

—Es cierto que este incidente lamentable nos ha puesto en serios aprietos, porque contamos con un margen de error cero —dijo, todavía molesto. Menos mal que Erika se había ido ya a su casa, porque si la tuviera en frente volvería a gritarle por su descuido delante de todos. Se aclaró la garganta antes de proseguir —. Pero en esta empresa tenemos al mejor equipo, dispuesto a trabajar las veinticuatro horas de los siete días de la semana si es preciso. En estos documentos he reelaborado las tareas de cada uno de los trabajadores junto con su número de horas laborales para que todo quede a punto. La inauguración no se aplazará — indicó, con una seguridad aplastante.

Pese a que algunos de los ejecutivos tenían sus reservas, la mayoría parecieron relajarse tras las palabras de Günther. Sabían que era un hombre de palabra y siempre había trabajado duro para ganarse sus propios méritos, al margen de su apellido.

En tanto que discutían los pros y los contras en caso de que algo fallara, el mayor de los Von Ziegler se inclinó para hablar con su hermano en susurros.

—Proyecta la presentación que elaboramos con las estrategias de mercado, a ver si terminamos de una vez —le pidió, a lo que el aludido mostró su conformidad enseguida. Él también quería irse cuanto antes, pues Suzy lo estaba esperando.

Sin embargo, parecía que aquella noche alguien confabulaba en su contra, porque cuando introdujo el USB en el servidor la carpeta con el archivo apareció en blanco. Y eso era imposible, a menos que...

—¿Pero qué diablos? ¡Estaba aquí!

Elliot estaba tan incrédulo como enfadado y perdió los papeles.

Günther se levantó de su silla, impetuoso, y empezó a trastear el ordenador, extrayendo el USB para volverlo a introducir, con los mismos resultados. De fondo se oían los susurros de indignación de los asistentes a la reunión, a quienes un circunspecto Max trataba de aplacar sin mucho éxito.

—Alguien los ha borrado, maldita sea —masculló Günther, entre dientes, y luego se pasó las manos por la barba, pensando en una posible solución —. ¿Tienes una copia aquí con la que podamos probar? — aventuró.

Con pesadumbre, Elliot negó con la cabeza. Nunca habría imaginado que algo así podría suceder.

Günther resopló, exasperado.

—¿Max?

El rubio tragó saliva y negó con la cabeza, alicaído.

Günther tuvo que contener una ristra de maldiciones y asintió, tratando de mantener la compostura.

SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora