Candela se estaba quedando dormida sobre el asiento y Günther no pudo evitar sonreír al echarle un pequeño vistazo mientras conducía.
Hasta él estaba sorprendido por haber tomado la iniciativa de llevarla a escalar y, de entre todos, precisamente a aquel lugar que tan especial era para él. Pero con todo y eso se alegraba de haberlo hecho.
Y no esperaba verla tan desenvuelta en aquellos ambientes, porque al principio se había asustado y negado a subir, pero poco a poco la determinación se abrió paso en ella y luchó con uñas y dientes para llegar a la cima. Le había demostrado lo tenaz y perseverante que era.
No recordaba cuándo fue la última vez que se lo pasó así de bien, disfrutando de un día tranquilo sin trabajo ni complicaciones. Y sentaba bien desconectar.
Ojalá pudiera hacerlo más a menudo, pero la semana que viene tenían una gala a la que estaba invitada toda la empresa. Les darían un reconocimiento por el éxito rotundo del último proyecto; un resort vacacional con el que se habían embolsado millones.
Lo cierto era que a Günther no le entusiasmaba demasiado ir, pues había asistido a cientos de celebraciones como esas y siempre le aburrían. Por no hablar de que, con el compromiso en ciernes, la prensa no perdería ocasión de acosarlos a él y a Candela.
Sin embargo, estaba preparado. Se pondrían de acuerdo con las respuestas y con suerte aquella velada sería más amena gracias a su compañía.
Le echó otro vistazo a la mujer que dormía plácidamente en el asiento del copiloto, ajena a todo. Dios, estaba profunda. Iba a tener que llevarla en brazos hasta la habitación, algo que definitivamente no le importaba.
Solo de recordar cómo había trepado sobre su espalda como un koala lo hacía sonreír. Se preguntó desde cuándo sonreía tanto y aunque la respuesta estaba clara no sabía qué sentir al respecto.
Era un hombre práctico, siempre lo había sido. Y más le valía recordar que aquel contrato tenía fecha de caducidad. Después de eso, volverían a ser jefe y empleada.
Eso era todo.
Aunque la idea le gustara cada vez menos.
Una llamada entrante saltó en el manos libres justo a tiempo para evitar que siguiera dándole vueltas al asunto y pulsó el botón de descolgar, esperando que Candela no se despertara.
Era Max.
—Max, ¿qué pasa?
—¿Así es como saludas a tu amigo? —La voz de Max tenía un tono jocoso, pues a aquellas alturas lo conocía demasiado bien como para saber que él siempre iba al grano. Solo le estaba tomando el pelo.
—Está bien. Hola Max, ¿para qué me llamas? ¿Mejor?
Se oyó un bufido y él esbozó una media sonrisa. Era fácil sacarlo de quicio.
—Capullo. Quería saber si quieres ir a tomar una cerveza más tarde — propuso, sorprendiéndolo.
—¿Pero tú no tenías una cita hoy? —inquirió, con el ceño fruncido.
Max salía con una chica distinta prácticamente cada día. No podía mantenerla en los pantalones.
Lo cierto era que tenía que reconocer que sabía explotar su encanto natural. Era extrovertido y carismático y eso a las mujeres les encantaba.
Recordó entonces que quiso ligar con Candela en su primer día, por eso él intervino tan rápido.
La mera idea de imaginarla con otro hombre que no fuera él encendía algo en su interior que no podía controlar...sabía que era absurdo, que no tenía derecho a comportarse como un energúmeno posesivo, pero cuando se trataba de ella no podía evitarlo.
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SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}
RomanceDejar atrás toda tu vida nunca es fácil, eso Candela lo sabe bien. A sus veintisiete años mudarse a Alemania por motivos de trabajo no debería suponerle un acontecimiento tan incierto y aterrador. Sobre todo porque es consciente de que mucha gente m...