🥀CAPÍTULO VEINTIUNO🥀

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Despertó abrazada a un pecho cálido y fuerte. Las manos de Günther rodeaban su cintura, acaparándola en un abrazo. Sonrió, enternecida.

Él dormía plácidamente, más tranquilo de lo que lo había visto nunca.

Intentó levantarse sin hacer ruido para no despertarlo, pero estaba atrapada entre su cuerpo. Sonrió.

De buena gana se habría quedado en la cama con él todo el día. A fin de cuentas era domingo.

Pero necesitaba ir al baño y comprobar su móvil. Anoche ni siquiera lo miró, de tan ocupada como estuvo. Y se sentía mal por haberse ido de la fiesta sin despedirse de nadie.

Por no hablar de que su familia debía estar preocupada. Hacía más de veinticuatro horas que no daba señales de vida.

Y Abril...conociéndola estaría a punto de tomar un vuelo hasta Múnich para cantarle las cuarenta.

Sin embargo, antes de que pudiera levantarse, unos fuertes brazos la asieron desde atrás y sintió mariposas cuando Günther empezó a besar la zona sensible de su cuello. De inmediato, sintió un bulto presionándose contra sus nalgas y se rio.

Qué gran forma de darle los buenos días.

—Madre mía, ¿todavía te quedan energías después de anoche? — inquirió, dejándose mimar y besar por todas partes.

—¿Contigo desnuda sobre mi cama? Bromeas ¿verdad? Nunca podría cansarme de eso — murmuró, con la cara enterrada entre sus senos y dos de sus dedos introduciéndose raudos en su núcleo.

De inmediato, Candela dejó escapar un leve jadeo, encendida de nuevo.

—Definitivamente yo tampoco — alegó, para dejarse llevar por el placer en su máxima expresión.

Todo lo demás podía esperar.

...

—Vaya, qué madrugadores.

Las palabras de Doña Ingrid provocaron que ambos frenaran en seco. Acababan de darse una ducha matutina después de otra sesión de sexo desenfrenado y topársela así, de sopetón, en medio del pasillo y a oscuras, fue como un jarro de agua fría.

—Este...buenos días, abuela — saludó Günther, divertido. Candela, en cambio, estaba muerta de vergüenza.

Y su bochorno no hizo sino acrecentarse en cuanto la buena mujer volvió a abrir la boca.

—Buenos días. Ya veo que el vuestro empieza de maravilla. Anoche os fuisteis muy deprisa — apostilló y luego, acercándose con aire de confidencia, espetó —: Claro que ¿quién querría aguantar semejante tedio pudiendo aprovechar para pasarlo bien? — Candela enrojeció hasta las orejas y abrió la boca como pez fuera del agua. Hasta Günther había empalidecido un poco. La anciana, indolente, puso la guinda al pastel con un último comentario. —Tengo el sueño ligero. Anda, bajad, el desayuno está listo y tendréis hambre.

Y con un guiño, se encaminó escaleras abajo dejándolos a los dos ahí plantados y debatiéndose entre si echarse a reír o a llorar.

Al final, se decantaron por la primera opción y todavía abrazados y entre carcajadas bajaron a reunirse con el resto de la familia para el desayuno.

—¿Quién necesita un deporte de riesgo pudiendo convivir con tu familia? — bromeó Candela, todavía con las mejillas escarlata.

—Ahí te doy la razón. Más vale que te prepares para esquivar las preguntas cotillas de mi madre y Elliot — advirtió y sin más preámbulos ambos tomaron asiento, compartiendo una mirada cómplice.

SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora