🥀CAPÍTULO TREINTA (FINAL)🥀

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Tal y como se temía, Candela no fue capaz de pegar ojo en toda la noche tras el reencuentro con Günther.

Al final, se resignó a desvelarse. Había merecido la pena con creces. Todavía no se creía que Günther estuviera allí de verdad, todo parecía un hermoso sueño.

Pero no, fue real. Tan real que todavía sentía el tacto de sus manos ásperas rodeando su cintura al despedirse y casi podía oler su perfume masculino.

A pesar de lo que le había dicho, no veía la hora de volver a verlo y tenía mucha curiosidad por saber lo que haría a continuación.

Aquella mañana, no había podido aguantarse y llamó a Abril para ponerla al tanto de todo y pedirle consejo. Su amiga había coincidido en que, aunque ambas sabían que lo iba a perdonar – es más, ya lo había hecho porque ella también tuvo gran parte de responsabilidad (culpa no, la culpa solo era de los chantajistas que casi arruinan su vida) -, sería interesante hacerse de rogar un poquito para que le echara imaginación.

Ella se habría lanzado a sus brazos a la primera de cambio, porque tenía el corazón blandito, pero por una vez – tras mucha insistencia de Abril, apelando a las novelas románticas de las que ambas eran fanáticas – decidió dejarse llevar a ver con qué la sorprendía.

Debido a cómo empezó su relación, se habían saltado muchos pasos básicos que ella echaba en falta.

Así que allí estaba, a las dos de la tarde afanándose con Pilar en la cocina para sacar los platos a los clientes del bar que llevaba su hermano. Se había ofrecido a echarle una mano para no tener tanto tiempo libre y así despejar un poco la mente. Pero el destino tenía otros planes.

Sin embargo, era la hora de comer y el local empezaba a llenarse de clientes, así que no daba abasto y se olvidó de todo excepto de las tareas que tenía pendientes. Y es que con lo torpe que era tenía que andarse con pies de plomo si no quería confundir las comandas.

Eso de ser camarera no terminaba de dársele del todo bien, no.

—Candela, sal a atender al cliente de la seis que acaba de llegar y se ve que tiene pasta — le dijo a voces su hermano Jorge, a lo que ella obedeció.

Se encaminó hacia allí, distraída.

El cliente estaba de espaldas, pero enseguida pudo deducir el porqué de las palabras de Jorge.

Iba muy elegante, con una chaqueta de vestir azul marino que remarcaba unos hombros poderosos y cuando hizo un gesto para consultar su reloj, la manga se le subió lo suficiente como para distinguir un rolex y...un perfil inconfundible.

El cliente millonario no era otro que Günther, quien sostenía la carta con un interés demasiado intenso como para ser genuino y que, al ver que ella se quedaba mirándolo con la boca abierta, se giró para regalarle una sonrisa arrebatadora.

—Buenas tardes, me han dicho que este es el mejor bar que hay en toda Granada y tenía que venir a comprobarlo — soltó, con desparpajo y ella se puso roja como un tomate sin poder evitarlo.

—Buenas tardes...eh, ¿qué vas a querer tomar? — farfulló, preparando la libreta para apuntar.

—Ponme lo que te apetezca, quiero que te sientes conmigo y tomemos algo.

Ella parpadeó, atónita.

—Günther...no puedo, estoy trabajando — replicó. Y enseguida se arrepintió de haber pronunciado su nombre, porque su hermano andaba cerca y en cuanto escuchó que lo interpelaba, se volvió hacia ellos como un resorte y en cuanto lo reconoció, dejó los platos en la mesa de los clientes correspondientes – que se quedaron atónitos – y enfiló hacia allí para encararlo.

SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora