Günther y Candela no daban crédito a lo que acababan de ver. Simplemente no podían concebir que algo así estuviera sucediendo.
Y ni hablar de Elliot, que se sentía fatal por todo lo que aquellas malditas fotografías habían desencadenado sin que él hubiese podido evitarlo.
¡Ni siquiera tenía constancia de que se las habían hecho!
Mucho menos de que los seguían.
Y por más que se había roto la cabeza tratando de averiguar quién podía estar detrás de algo tan ruin, no se le ocurría nadie.
—Esto es muy grave Elliot, ¿cómo coño pudieron fotografiaros en la habitación de un hotel? ¿Quién estaría tan enfermo como para hacer algo así?
La indignación de Günther era más que palpable en su tono.
Elliot resopló una risa malhumorada y se revolvió el pelo, al borde del colapso.
—Ya lo sé y no tengo ni idea, joder. Ojalá supiera quién ha sido el hijo de puta que está detrás de todo para darle su merecido, pero estoy en un callejón sin salida y lo peor es que todo esto ha sido por mi culpa y Suzy...ella ni siquiera sabe nada y ¡todo esto es una puta mierda! — explotó, revolviéndose como una pantera cuando Günther trató de calmarlo.
—Eh, eh, sé que es una putada. Pero necesito que entiendas que nada de esto ha sido culpa tuya, ¿vale? Encontraremos una solución, confía en mí — le dijo y esas palabras bastaron para que el menor se aquietara entre sus brazos.
Los dos hermanos se envolvieron en un abrazo tan emotivo que Candela no pudo contener las lágrimas.
—Está bien, en cuanto pueda hablaré con ella y se lo contaré todo — afirmó Elliot, separándose de su hermano para recomponerse, algo avergonzado.
Él le palmeó los hombros, orgulloso.
—Sabes que cuentas conmigo.
—Y conmigo — reiteró Candela, fundiéndose con él en otro abrazo.
—Lo sé — aseguró Elliot, a quien le costaba un poco gestionar tantas emociones de un golpe. Pero al final lo hizo —. Gracias por apoyarme. Cuando vi que papá empezaba a ahogarse...pensé que...
Se le rompió la voz y Günther lo acalló, atrayéndolo hacia su pecho por la nuca. Candela se sintió una privilegiada por poder ser testigo del amor fraternal que ambos se estaban regalando.
No tardaron en subir a planta a Albert, en silla de ruedas, acompañado de Nathalie – que ya tenía mejor aspecto – y de Doña Ingrid, que se desvivía por su hijo.
Aquella mujer que siempre parecía de hierro se mostraba más humana que nunca y eso no dejó indiferente a nadie.
Marcello los seguía a una prudente distancia para darles privacidad. Günther hizo contacto visual con él para calibrar cómo había ido y su amigo le dedicó un asentimiento que se le antojó tranquilizador.
Aun así, no se quedaría tranquilo hasta que no escuchara de sus propios labios los resultados que arrojaban las pruebas.
—Todavía tiene la tensión alta y necesita reposo y sobre todo tranquilidad. Pero más allá de eso, actualmente todo está normal. Has tenido suerte, Albert; el infarto de miocardio que has sufrido ha sido leve, pero tendrás que hacerte exámenes periódicos para cerciorarnos de que todo marche bien — informó Marcello, con una pequeña sonrisa de aliento que Candela le devolvió.
El señor Von Ziegler, sin embargo, no ocultaba las ganas imperantes de marcharse cuanto antes.
—¿Con más frecuencia todavía? — Renegó como un infante y Elliot le dedicó una mirada torva. Aunque no tanto como la de Günther, que lo hizo recular un poco.
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SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}
RomanceDejar atrás toda tu vida nunca es fácil, eso Candela lo sabe bien. A sus veintisiete años mudarse a Alemania por motivos de trabajo no debería suponerle un acontecimiento tan incierto y aterrador. Sobre todo porque es consciente de que mucha gente m...