Fue apenas un instante, pero Candela vio el caleidoscopio de emociones que afloró en su rostro como en un libro abierto.
Sin embargo, aquel hombre era mucho más fuerte de lo que había imaginado y se recompuso prácticamente al instante, manteniendo la sangre fría para actuar con la premura que requerían las circunstancias.
Y Candela lo admiró todavía más por eso.
De haber estado en su lugar, le habría entrado un ataque de pánico. Pero él se mantenía estoico para cuidar de su familia.
—¿Cuánto hace que se lo han llevado al hospital? —inquirió, montando en la yegua con una rapidez de reflejos envidiable. Candela no vaciló un segundo cuando él le tendió la mano para que subiera tras él.
—Hace más de media hora, señor.
Una vez estuvo bien aferrada a su espalda y mientras el hombre que había acudido a avisarlos se colocaba también en su cansada montura, él espoleó a Dulce para que fuera al galope.
Si a él le molestó la tardanza con que lo habían avisado, tampoco lo demostró. Quizá porque se sentía culpable por no haber estado allí.
Aquella solo era una razón más con la que fustigarse cuando estuviera a solas y pudiera permitirse el lujo de desmoronarse.
Espoleó a su montura al límite y cuando llegaron al jardín apenas se detuvo para avisarla de que iría a por las llaves del coche para conducir hasta el hospital.
Solo entonces Candela cayó en la cuenta de que no sabían a cuál de todos se lo habían llevado y así se lo hizo saber, entrelazando las yemas de sus dedos con suavidad.
—Cierto...llamaré a Elliot. Espérame aquí, por favor —pidió, con una calma tan helada como desconcertante.
Ella asintió. Se sentía inútil e insignificante.
Por alguna razón, el hecho de que Günther estuviera tan tranquilo e impasible después de haberle dado aquella terrible noticia la inquietó más que si hubiera estallado en un ataque de furia.
Es decir, sabía que él era muy frío y mantenía el autocontrol hasta en las situaciones más inusitadas, pero en aquella ocasión se trataba de su padre.
Podría haber muerto.
Tal vez estaba en shock, eso era. Pero hablaba tan calmado y en control con Elliot por teléfono que Candela no supo qué hacer, ni cómo ayudarlo.
Aguardó a que terminara y acudió a su lado.
—Está en el Rechts der Isar — le informó y ella respiró aliviada, pues por lo poco que pudo deducir, era de los mejores. Allí le ofrecerían los cuidados que precisara hasta recuperarse, porque a Candela no le cabía duda de que saldría de esta.
—Voy contigo — dijo, tajante. Quería estar a su lado y darle apoyo en aquel duro momento donde necesitaba más consuelo que nunca.
Lo conocía lo suficiente como para saber que se sentía culpable, aun cuando no era nada más lejos de la realidad.
—Bien, sube al coche — indicó, en el mismo tono.
Roger se ofreció a llevarlos, pues era su trabajo, pero él lo desechó con un gesto y ya estaba arrancando cuando ella ocupó su lugar y se echó el cinturón a toda prisa.
—¿Quieres que conduzca yo? No deberías... someterte a más estrés — aventuró, algo insegura. Era hora punta, así que el tráfico era infernal.
Sin embargo, sabía cuál iba a ser su respuesta.
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SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}
RomanceDejar atrás toda tu vida nunca es fácil, eso Candela lo sabe bien. A sus veintisiete años mudarse a Alemania por motivos de trabajo no debería suponerle un acontecimiento tan incierto y aterrador. Sobre todo porque es consciente de que mucha gente m...