Había periodistas y cámaras por todas partes. Y más del noventa por ciento les enfocaban a ellos; la pareja del momento, así era como los habían bautizado.
Embutida en un vestido de cóctel rojo, unos tacones kilométricos – con los que había estado ensayando toda la semana para no matarse – y un exuberante y sofisticado maquillaje, cortesía de la estilista de Nathalie, Candela se sentía como una extraña en su propio cuerpo.
Y no ayudaba en nada el hecho de tener cientos de ojos posados sobre ella y vigilando hasta el más mínimo de sus movimientos. Por no hablar de que su acompañante estaba ausente y taciturno.
Günther había estado de un humor de perros durante toda la semana y ella sospechaba el motivo; se arrepentía de haberla llevado a escalar.
Desapareció por la tarde, sin siquiera despedirse y cuando ella despertó encontró una bandeja llena de comida sobre la mesilla del dormitorio y una escueta nota en que él la avisaba de que llegaría tarde y no lo esperara.
Se sintió triste, como si hubiera hecho algo mal. Pero no sabía el qué y le daba reparo preguntar cuando él actuaba como si todo estuviera normal entre ellos cuando ambos sabían que era mentira.
Pero, claro, aquel no era el mejor momento para sacar el tema. Y menos con lo tenso y a la defensiva que estaba. Por un momento, incluso Candela temió que saltara sobre los periodistas cuando le preguntaron si había dejado de lado su escandalosa vida sexual, algo que – si tenía en cuenta la manera en que lo conoció – no la sorprendió tanto como le habría gustado.
Afortunadamente, el señor Albert y su esposa se ocuparon de terminar de responder a las preguntas por ellos, disculpándolos. Elliot y Doña Ingrid fueron directamente a por una copa.
Al evento había asistido toda la alta sociedad alemana –según le dijo Suzy, que estaba radiante en un vestido de satén azul y lucía la sonrisa más deslumbrante que le había visto en mucho tiempo, debido a que había arreglado las cosas con el menor de los Von Ziegler – y aunque Candela estaba muy elegante (más de lo que nunca habría soñado con verse) se sentía inferior de algún modo. Las miraditas insidiosas y cargadas de juicio de prácticamente cada mujer despampanante con la que se topaba influían bastante.
Y eso que Günther, a pesar de lo hosco que había estado, la había alabado varias veces asegurándole que era la mujer más preciosa de todo aquel salón, con diferencia. Palabras textuales.
De todos modos, seguía sintiendo esa extraña opresión en el pecho...que no hizo más que aumentar cuando, al ir a la mesa en busca de un refrigerio y un par de canapés, se topó de lleno con la figura sobria y arrogante de Frederick Doménech.
Se dio la vuelta con la intención de ignorarlo para evitar problemas, pero él fue astuto y la llamó antes de que pudiera escaquearse. Alzó la voz y varias personas que pululaban alrededor se giraron con curiosidad. Candela apretó los dientes, porque sabía lo que estaba haciendo. Con eso se aseguraba de que no huyera.
Lo encaró, intentando no llamar la atención y lució lo más relajada posible, dadas las circunstancias.
Era increíble, de entre las más de trescientas personas que habría en aquel salón de celebraciones, tenía que venir a toparse precisamente con él.
—¿Qué quieres? Tengo prisa, mi prometido me está esperando — espetó, sin ganas de ser educada con un tipo de aquella calaña. No se le olvidaba el mal rato que las había hecho pasar a Suzy y a ella en el restaurante y que, de no ser por la intervención de Marcello, habría sido mucho peor.
Doménech metió las manos en los bolsillos de su embutido traje de firma, sin perder la sonrisa torcida. Una sonrisa que no auguraba nada bueno.
—¿De verdad? A mí me parece que está muy entretenido...y en buena compañía — susurró esto último con malicia, inclinándose sobre ella más de lo políticamente correcto.
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SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}
RomanceDejar atrás toda tu vida nunca es fácil, eso Candela lo sabe bien. A sus veintisiete años mudarse a Alemania por motivos de trabajo no debería suponerle un acontecimiento tan incierto y aterrador. Sobre todo porque es consciente de que mucha gente m...