"El baile de las sombras"
Dahara
Me cansé de gritar y golpear la puerta para que me sacaran de aquí, no tardé mucho en darme cuenta de que nadie me haría caso. Me hice ovillo en una esquina del cuarto, poniéndole más atención al lugar, se ve más austero de lo que percibí al principio, sus paredes estaban desvaídas. Un grupo de mucamas llegó momentos después de que Regulus se marchara. Una de ellas, de cabello rojizo, me observó con un ápice de desprecio.
—Ponte de pie —ordenó
Dudé un segundo en levantarme del suelo, pero luego pensé "¿Y si les corto la garganta y salgo corriendo?" pero descarté esa idea de inmediato, lo único que causaría sería mi muerte y muerta no puedo asesinar a un rey, a no ser que escape volando con Diaval, pero dejaría a mi padre, perder una hija más no es algo que le vendría bien, aunque tratándose de mí sería más un regalo que un castigo.
Finalmente me puse de pie. Las ocho mujeres se acercaron a mi, la mayoría temblaba. Otras en cambio solo se limitaban a trabajar, si tenían miedo no lo mostraron. La mujer de cabello rojo comenzó a medir mi cuerpo con unos listones, me dio tantas vueltas como pudo y entre más me miraba, más desprecio se pintaba en su rostro.
Ni porque me he casado con su rey me respetan, ¿qué se supone que me espera? Incluso para los sirvientes soy insignificante. Jodida vida.
La mujer ordenó a dos mucamas ir a buscar telas, al poco rato regresaron cargadas de seda de colores rojo, gris, dorado, azúl marino y verde agua.
—Me gusta ese — dije señalando la tela roja.
—El rojo solo la reina puede usarlo — gruñó
—Por si no te informaron, ahora estoy casada con Regulus.
Los ojos de la mujer se abrieron de par en par ante mis palabras, como si hubiese cometido el mayor de los pecados.
—¿Cómo te atreves a llamar a tu rey así? —su mano se alzó cargada de impulso para después caer sobre mi mejilla —. Podrás ser su esposa, pero te falta mucho para llevar la corona.
Puse una mano sobre la zona ardiente y posiblemente roja por el golpe.
—¡Miserable! la próxima vez que te atrevas a golpearme colgaré tu cabeza en la verja de este castillo.
—Mi señor no te permitirá...
—¡Tú y tu rey pueden irse mucho al carajo, asquerosa rata! —la corté de golpe
Se quedó callada unos segundos, la rabia le comía los ojos pero, ¿qué podría hacer? nada, solo cerrar la boca.
—¿Qué color quieres? Que no sea rojo. —habló finalmente
—Azul, combina con mis ojos mundanos. —sonreí triunfal
Recién caída la noche las mujeres terminaron de vestirme. Todo fue tan incómodo, no dejaban de verme ni siquiera cuando me desnudé para ponerme el vestido nuevo. Todo el trabajo lo hicieron ellas, yo solo me limité a existir y quedarme quieta.
La mujer de cabello rojo (Elie escuché que le dijo otra), apenas y me habló después de la discusión, solo me dirigía palabras para indicarme que hacer.
—Tienes que teñir tu cabello —informó Elie —, si ven ese tono blanco todos sabrán que eres bruja y comenzarán una guerra contra su majestad por traición.
—Es exagerado iniciar una guerra solo por mi cabello —rodeé los ojos
—No entiendes, no es tu cabello, eres tú. Eres una bruja y si algún otro rey se entera que su majestad Argus se casó con semejante criatura, lo acusarán de traición por violar los acuerdos de protección anti-sobrenaturales.
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DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1)
FantasyA veces el destino juega como quiere.