"Prisionero"
Regulus
Pareciera que el tiempo estaba a nuestro favor, pues lo que normalmente nos tomaría un día de camino, tan solo nos llevó casi cuatro horas de vuelta. Podría deberse a la urgencia que tenía por volver para asegurarme que Dahara estuviera bien, esa necesidad insistente y el mal presentimiento que tenia no dejaba de martillearme el cerebro.
En la entrada del reino todos nos recibieron incluso con más regocijo que en el campamento. Hombres y mujeres extendían sus manos para tocarnos a mi y al ejército que me había ayudado con mi victoria, movían pañuelos blancos y lanzaban rosas blancas a nuestros caballos. Todos se veían felices, pero había algo de culpa en aquellos ojos que me observaban a escondidas, incluso llegué a ver temor en las miradas de otros.
Habían hecho algo malo a mis espaldas. Lo sabía.
—Capitán Malik—llamé.
Deimos cabalgó hasta llegar a mi lado. En su rostro estaba pintada aquella mirada de incertidumbre que pocas veces le había visto, haciéndome saber que había notado algo malo también.
—Hay dioses por aquí—susurró.
—¿Draur?
—Podría ser, pero hay otros más—informó.
Mi cuerpo se estremeció de pies a cabeza, llenándome la idea de imágenes fatalistas que me hacían temblar de ira.
—Tengo que ir a Haddad—le había contado mis sensaciones de camino a casa, por lo que asumí que estaría de acuerdo con aquella idea—, algo me dice que Dahara no está aquí.
—Enviaré a alguien en tu lugar, no puedo dejarte ir.
—No digas tonterías—di media vuelta para marcharme, pero me detuvo—. Capitán Malik, tal vez no se ha enterado, pero recientemente me he convertido en emperador, eso significa que en mis actos más recientes he conquistado un grupo de naciones. Dudo mucho que ir en busca de mi esposa vaya a ocasionarme algún daño.
—A su majestad se le olvida que su esposa es una bruja y que sus más débiles enemigos son dioses—Su piel relucía ante los deslumbrantes rayos del sol, pese a que lo observaba a menudo, aquella vez parecía haber algo distinto en el, algo mucho más divino que no había notado antes. Montado a lomos de su corcel, con su uniforme bien arreglado y el cabello ondeando a los costados de su cara gracias al viento, Deimos parecía el dios que alguna vez debió ser en el Olimpo, lleno de gloria y poder.
Saludaba de manera amable a los pueblerinos que venían a darnos la bienvenida, tan tranquilo que pareciera que nada pasaba.
Yo, en cambio, apenas y ponía atención, pues mi mente divagaba por todas partes, atormentándome con desgarradoras imágenes en las que Dahara salía herida. No podía con aquello.
Antes de poder seguir debatiendo, llegamos a las enormes puertas del palacio, las cuales se abrieron para nosotros.
—Primero vamos a buscarla aquí—sugirió—, no podemos asegurar nada antes de tiempo.
—Eso solo me haría perder tiempo.
—Si eso es lo que te preocupa, entonces enviaré a alguien en este momento para que vaya.
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DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1)
FantasíaA veces el destino juega como quiere.