Capítulo 46

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"Lirio"

Dahara

Nadie me dijo lo raro que sería aquello.

—Dahara, por favor.

Regulus llevaba siguiéndome de rodillas por el palacio desde que terminamos el entrenamiento. Resultaba muy extraño verlo rogar por algo tan insignificante mientras todos lo observaban, y a él parecía no importarle nada. A mi, por el contrario, me apenaba un poco.

—¿Podrías dejar de humillarte frente a todos y ponerte de pie de una vez?—bajé la vista hasta el suelo, donde se encontraba él. Avergonzada.

—Lo haré hasta que me digas que sí.

—He dicho que no.

—Deja de ser tan cruel conmigo y apiádate de mi, ¿qué no ves que me estoy muriendo?—se llevó una mano al pecho, con expresión dolida.

—Nadie se muere por la falta de un beso.

—Yo si.

Suspiré, dando media vuelta para seguir mi camino, dejándolo solo en su humillación.

—¡Oh!—se quejó—¡Puedo ver la luz! Madre, ¿eres tú?

Al día siguiente debía partir a Lirio y el dramático ese no me dejaba terminar mis pendientes.

—Serás exagerado—me devolví para ponerlo de pie.

—Cómo te atreves a llamar exagerado a un corazón que sufre a causa de tus negligencias—se tiró de espaldas al suelo, jalándome con el.

—¿Cuáles negligencias, idiota?—caí sobre su pecho, con mi rostro cerca del suyo.

—Eres mi esposa, es tu obligación darme afecto y atención—rodeó mi espalda con ambas manos.

—Y una mierda.

—Tenga cuidado con su lenguaje, majestad, o me veré obligado a encadenarla en mi cama como castigo por su negligencia y su vulgaridad.

—Esos ni siquiera son delitos.

—Soy el rey, puedo hacer que lo sean.

—Tendrías que encadenar en tu cama a muchos ciudadanos.

—Lo serán solo para ti—su mano bajó lentamente hasta mi cintura, de donde tiró de mí hasta apretarme más a su cuerpo, dejando nuestros rostros a nada de tocarse.

—Qué rey tan injusto.

—¿Injusto yo?—bufó. Su aliento rozó mi nariz, olía a menta y manzana—¿Quién es la que está dejando morir a un hombre por falta de afecto y amor?

—No te estás muriendo.

Dio un giro para colocarme bajo él. Cada vez se ponía peor la situación. Puso mi mano en su pecho, sobre su corazón palpitante.

—¿Sientes eso? Son los últimos latidos de un corazón herido.

—Deja de hacer el ridículo y ponte de pie, todos nos están mirando.

DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora