"La bruja del Ékha"
Regulus
La primera vez que vi una bruja, yo no sabía que era una bruja. Ni siquiera sabía que existían.
Lo recuerdo perfectamente pues, aunque era joven, he pasado la mitad de mi vida desde ese momento pensando en ella. La otra mitad he tratado de olvidarla.
Era mi fiesta de cumpleaños número cuatro. Monarcas aliados de mi padre se reunieron en el castillo para celebrarme. Plebeyos, condes, familias con títulos nobiliarios, absolutamente todos. Era uno de esos días a los que yo llamaba "días felices" ya que papá estaba conmigo y con mamá, y ambos me expresaban su amor.
Todo era perfecto. Recuerdo a un hombre que aparentaba la edad de mi padre acercarse a mi y obsequiarme un anillo de oro con un león grabado. Dijo que yo sería el mejor rey de Halaác en un futuro, y que me apreciaba como si fuera su hijo. No recuerdo su rostro, ni su voz, ni nada. Cada vez que pienso en él solo llega a mi mente una figura alta y oscura. Lo único que sé es que casi siempre estaba con mi padre.
Justo después de sus palabras, mi padre se levantó conmocionado, seguido de Mónaco, el rey de Argón; y Augusto, el rey de Asva. Al parecer recibieron una noticia importante o algo así, no importa que haya sido. Lo que importa es que eso era tan importante que mi padre emprendió un viaje esa misma tarde junto con Mónaco y Augusto a un lugar lejano en busca de algo más importante que su hijo, el príncipe de Halaác.
Estaba devastado ante la partida de mi padre. No quería alejarme de él, y pedirle que se quedara sería en vano. Entonces se me ocurrió una idea.
A mis cuatro años era un niño demasiado pequeño. No entendía como el sujeto que no recordaba decía que yo sería el mejor, si con mi físico a penas y podía mantenerme de pie. Tampoco entendía cómo siendo prácticamente la sombra de mi padre no lo acompañaba a ese viaje, y si lo hizo no lo recuerdo.
Como pude, me escondí entre el equipaje de papá durante todo el viaje. Navegamos alrededor de dos semanas hasta quién sabe dónde, haciendo cortas paradas en donde aprovechaba a robar suficiente comida hasta la siguiente parada. Al llegar a nuestro destino esperé a que los sirvientes bajaran el equipaje para que me bajaran entre ellos. Nuestro viaje por tierra duró tres noches y fue mucho más pesado que por mar, pues el camino estaba lleno de baches que hacían caer sobre mí parte del equipaje.
Al llegar pude ver un letrero de madera antiquísimo con una letra muy fina que daba la ilusión de ser mágica, que ponía:
"Ékha: tierra de los ocultos"
No tenía ni la más mínima idea de qué eran los ocultos. Terminaron de instalar el campamento a media noche. Estaba cansado y adolorido, con la necesidad ingrata de dormir en una cama cómoda, sin embargo, dormí a salvo bajo la improvisada cama de mi padre. El frío era insoportable, por lo que aguardé a que todos durmieran para robarles algunas mantas y un par de cojines.
Una vez que todos se marcharon en la mañana para iniciar su búsqueda, dejando a dos soldados custodiando el campamento, me escabullí hasta internarme en un inusual bosque. Corrí sin mirar atrás, y cuando estuve seguro de que nada ni nadie me podría ver me detuve.
Observé a mi alrededor por primera vez. Todo era tan hermoso, había unicornios, mariposas que parecían tener las alas manchadas con pintura azul, violeta y rosa persa. Árboles y arbustos con hojas de tonos pastel, césped de color violáceo y tréboles magenta. Había corceles blancos con la melena tejida en trenzas con flores, plantas que parecían tener vida propia y una cascada con agua color verde azulado que en lugar de caer subía. Más adelante, había huertos de vegetales y frutas, árboles de piña y plantas de manzanas plateadas. Fresas, moras, sandias, zanahorias, maíz, café y muchas cosas más. En el centro se encontraba un pequeño jardín rodeado de un muro bajo y grueso hecho de plata. Me acerqué hasta él para ver bien de cerca las flores. El círculo estaba repleto de azaleas, margaritas, orquídeas, tulipanes y lirios; luces que titilaban por todas partes, que salían de cualquier lugar, iluminaban alrededor dándole un toque de ensueño, y justo en el centro, muy muy oculta había una calabaza verde y deforme.
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DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1)
FantasyA veces el destino juega como quiere.