Capítulo 35

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"El trato"

Regulus

—Regulus, pide un deseo —dijo Dahara, entrelazando sus dedos.

—¿Para qué?—respondí con fastidio.

Intentó resumirme entre tartamudeos una historia que su madre le contó alguna vez.

—Esas son solo estupideces.

—Regulus, solo házlo. —arrugó la nariz.

Cuanto odiaba ese maldito gesto que hacía, la hacía parecer tierna en momentos inapropiados y eso me frustraba.

Enseguida vinieron a mi mente las ridículas palabras de mi falso padre. No, yo sé que no estoy enamorado de Dahara. No hay forma. Ella es tan... ella.

—Lo único que deseo es que te mueras —espeté.

Cuando la miré, tenía los ojos abiertos como platos, no se veía sorprendida, más bien, asustada. La consideraba incapaz de cumplir un deseo así porque tendría miedo. Porque la luna no concede deseos ni hace milagros épicos.

—Ten cuidado con lo que deseas—advirtió Deimos.

—Me da igual si se muere o no, su presencia es lo último que me apetece.

Me gustaría que mis palabras fuesen verdad, desearía que lo fueran, pero no. Y lo odiaba, odiaba sentirme así. Odiaba sentir lo que sea por ella.

—A veces yo también lo deseo —respondió alentando el paso tras nosotros.

Sus palabras taladraron mi corazón. No quería que se sintiera así, no quería que deseara eso. A ella le daba miedo morir, ¿cómo podía decir eso?. Me sentí culpable. Quise pedirle perdón, pero no pude. Algo me había cocido las palabras a la garganta para evitar que salieran disparadas entre lágrimas.

Por lo menos ya se había quedado en silencio. Aunque su silencio duró más tiempo del que esperaba. Odiaba ese silencio.

El hielo seguía crujiendo de forma alarmante. No me había preocupado ya que Dahara había congelado una capa gruesa de agua. O eso pensé hasta que escuché cómo se partió tras nosotros, bajo Dahara, llevándosela a las profundidades de la bestia azul bajo nuestros pies.

—¡Dahara!—el corazón se me detuvo.

Quise lanzarme al mar gélido, sacarla de ahí cuanto antes, pero Deimos me detuvo y se sumergió en mi lugar, dejando su capa tirada. Entendía que era insensato de mi parte tomar aquella tarea, pero me sentía responsable de aquello. Si Dahara se moría sería mi culpa. Todo por no querer admitir ante ella que estaba asustado.

Pero ella era inmortal ¿no? Yo mismo la había visto partir las aguas en dos. No había forma de que no se salvara... ¿verdad?.

Deimos tardó mucho tiempo en salir. Me preocupaba que no lo hiciera. Yo debería ir por ellos, debería ahogarme con ellos, yo debería...

No, Deimos es un dios, los dioses no mueren ahogados.

Me pasé la mano por el cabello. La desesperación y la impaciencia me carcomían el cerebro sin piedad alguna.

DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora