"Angeli et Daemones"
Dahara
Dos hermanos, niña y niño, de tan solo diez años de edad, encontraron a las afueras del reino la entrada a un túnel. Su primera reacción fue informar al primer oficial que se encontraron, éste envió un equipo de investigación de inmediato y su sorpresa no fue solo el túnel, sino los acontecimientos dentro del mismo.
Un sujeto encapuchado con aura divina se encontraba arrebatándole la vida a la diosa Perséfone, con actos desgarradores y violentos que ni siquiera pude imaginar.
—Se trata de un dios—señaló Deimos.
Llevábamos tiempo suponiendo que la repentina muerte de los dioses eran causadas por otro dios, y hasta ese día se pudo confirmar.
—Por supuesto que se trata de un dios, capitán Malik, sino ¿qué otro ser podría hacerlo? El poder más grande del universo lo llevan los dioses.
—Se equivoca, Conde—objetó Regulus—, en los últimos tiempos han aparecido nuevas criaturas, muy desconocidas para nuestro propio beneficio, no sabemos el grado de poder que poseen.
—¿Insinúa que no fue un dios sino un demonio quien lo hizo, su majestad?
—O un ángel. No lo sabemos con certeza. La divinidad no solo está en los dioses, alguien más la posee.
Todos los miembros del consejo y los oficiales con mayor rango se encontraban reunidos alrededor de una mesa redonda en la sala de juntas. Cada uno con opiniones distintas al otro, pero con un mismo objetivo: librar a Halaác del mal.
Con Deimos ahí presente no me quedaba claro de qué lado estaba el mal, porque parecía que nos acechaba y a la vez nos liberaba. Era un puzzle con piezas perdidas.
—¿Cuestiona la grandeza de los dioses, su majestad?—la expresión horrorizada del conde puso en alerta todos mis sentidos.
—El universo evoluciona, conde—se defendió Regulus—. Antes de los dioses fueron los Titanes quienes llevaban el control del orden, después cambiaron las cosas. ¿Qué los hace pensar que no se puede hacer un cambio más?
—Me parece que no estamos discutiendo el punto importante en todo esto—interrumpió Deimos.
—Si la muerte de una diosa no se le hace importante, capitán, desconozco el motivo por el cual posee aquellas medallas. Ni siquiera es capaz de asesinar a una bruja—remató el conde.
—Le recuerdo, conde, que el título y las medallas del capitán Malik se las he otorgado yo, su rey—recalcó Regulus—, por los diversos logros que ha conseguido. Dígame, ¿qué ha hecho usted por su nación a parte de cuestionar las decisiones de su monarca?
—Me disculpo por mi imprudencia, su majestad—bajó el rostro sin una pizca de arrepentimiento.
—Y les recuerdo a todos—los señaló—que la cacería de brujas queda prohibida.
Todos los hombres en la sala me miraron, excepto Regulus y Deimos, quienes intercambiaron una mirada modesta entre ellos.
—Claro, mi señor.
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DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1)
FantasyA veces el destino juega como quiere.