Capítulo 15

441 50 2
                                    

"Una presencia siniestra"



Dahara

El pulso en mis venas aumenta. La sangre no alcanza a mi corazón. El aire ya abandonó mis pulmones. Y sin embargo, aquí sigo. Luchando.

Veo a Regulus fallar su trayecto. Lo observo caer y yo caigo en la desesperación con él. No sé qué pretendía, pero sé que no es capaz de abandonar a Demos sólo para salvarse el pellejo.

Intento correr hasta él para ayudarlo pero Behemet no me deja avanzar. Me tiene acorralada con su enorme pata y el suelo. Inmóvil.

Miro hacia Regulus, pensando en algún hechizo para liberarlo pero mi cerebro no funciona, no piensa con claridad. Entonces Diaval lo auxilia. Mi pequeño Diaval.

Siempre tan feroz, tan valiente. Ahora luce asustado y frágil, y aún así corre en ayuda de ese pedazo de imbécil. El inferni corre tras él, intentando capturarlo.

Una vez se ha liberado, Regulus logra cruzar el portal y, como pudo, Diaval regresa a la cúpula.

Ahora siento que respiro.

—Quizás si eres tan fuerte como dice, pero ni aún así puedes ganarme —dice Behemet, con el hocico infestado de colmillos negros como el carbón.

—Ellos están a salvo—susurro más para mí que para él.

—Ellos nunca están a salvo, Dahara.

He dado todo lo que he podido. Mis últimas fuerzas me abandonan.

Lo siento tanto, Demos, no pude salvarte. No pude salvar a nadie. Ni siquiera a mi.

Estoy a un suspiro de rendirme cuando escucho a alguien gritar mi nombre. O algo así.

—¡Oye, Cosa!

Con dificultad y la vista nublada, veo a Regulus correr con su espada en mano. La misma espada que llevaba cuando atacaron Haddad.

Una nueva oleada de coraje me invade nuevamente.

Regulus lanza la espada y esta atraviesa la pierna monstruosa que Behemet tiene sobre mi.

La bestia retrocede y yo cierro los ojos de alivio al sentir como el aire baña mis pulmones.

—No es hora de dormir —se queja Regulus, extendiéndome su mano para ayudar a levantarme—. No voy a permitir que dejes a Demos así.

En cuanto me pongo de pie, siento cómo el suelo se me mueve. Una punzada grotesca en mi sien me hace gemir de dolor. Al llevarme la punta de mis dedos a la zona adolorida siento un líquido espeso. Sangre.

—¿De verdad piensas que tiene arreglo? —lo miro, con el ceño fruncido y con un tono duro en mi voz.

—Eres una bruja, no me digas que no sabes como arreglarlo.

Behemet gruñe de dolor mientras la sangre brota del orificio recién abierto. Poco a poco cae de rodillas, pero en cuanto toca el suelo se levanta.

—Regresa con ellos —ordené.

—Necesitas la espada, yo lo distraigo y tú ve por ella. Pero no la toques —ignorando mi orden, Regulus mira a nuestro alrededor buscando algo que, he de suponer, le sirva para distracción.

—No me escuchaste—bramé—, te dije que volvieras con ellos.

—¿Es que te quieres morir? —su mirada se endurece sobre mi—No es que me importe, me da igual —se apresura a decir—, pero eres la única que puede traerme a Demos de vuelta. Así que, o haces lo que te digo, o yo mismo te asesino.

DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora