"Un encuentro bañado en... sangre"
Dahara
Al llegar el ocaso, los tres nos encontrábamos cabalgando en dirección a Haddad, los Noctis (o caballeros oscuros) nos escoltaban. Eran la cuadrilla más importante y letal de todo Halaác, y claro, estaba dirigida especialmente por Demos.
Regulus venía a lado mío en su corcel castaño, mientras que al otro lado se encontraba Demos montando su caballo gris cenizo. Yo venía en un burro. Y eso es mucho a decir verdad, pues Regulus pensaba llevarme caminando pero Demos lo convenció de que era una mala idea.
—Si va caminando se agotará y no tendrá fuerzas para mañana —señaló Demos
A regañadientes, Regulus acepto, pero no fue tan considerado al dejarme montar un caballo porque según él lo puedo maldecir.
—No correré el riesgo de que maldigas al animal con alguna enfermedad contagiosa e infectes a los demás —excusó
Le propuse viajar en dragón pero se negó, al parecer las alturas no son lo suyo.
—No me gustan las alturas
—¿Y quién dijo que tú ibas a subir? No correré el riesgo de que infectes a Diaval con tu enfermedad llamada "estupidez". —escupí
Demos trataba de contener con gran dificultad una carcajada. El rey enfureció y por un momento canceló el viaje, nuevamente el capitán lo convenció de ser mala idea.
Todo el camino la pasamos en silencio, nadie habló. Lo único que se escuchaba eran los golpeteos de las pezuñas de los animales contra el rocoso camino.
—Escucha bien, cosa, si intentas algo te asesinare a ti y a tu aldea, si ellos intentan algo contra nosotros los asesinare a todos, si intentas volar con tu lagartija los...
—Asesinaré, ya sé —rodé los ojos —, lo único que quiero es ver a mi padre, decirles que estoy bien y ver si ellos lo están.
—Entonces no intentes hacer estupideces y todo saldrá bien.
—Es la misma advertencia para ti.
Después de un largo camino lleno de las advertencia del rey finalmente llegamos. La aldea estaba en perfectas condiciones, todo se veía en paz. Ni bien desmonté cuando me lancé a buscar a mi padre.
—¡Padre... padre! —llevé ambas manos a mi boca, formando un círculo alrededor de esta.
Todos me miraban horrorizados y no fue hasta ese entonces que caí en cuenta que mi cabello aún seguía teñido.
—¿Por qué gritas tanto?
Mi padre apareció segundos después, despreocupado y en perfecto estado. Corrí hasta él, lo abracé con fuerza.
—¡He vuelto! Papá, estoy bien —me apresuré a decir —, ¿Cómo estás? ¿Dónde está Elizabeth? —mis palabras salían apresuradas, una tras otra.
—¿De dónde has vuelto? ¿Por qué tu cabello es negro?
Tomó mi cara entre sus manos, su ceño estaba fruncido, me miraba confundido y... ¿Enojado?
ESTÁS LEYENDO
DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1)
FantastikA veces el destino juega como quiere.