Capitulo 23

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"Loqui Mortuis"

*capítulo sin editar*




Regulus


No he visto a Dahara desde mi inocente visita a Haddad.
Demos fue y volvió de su viaje de expedición que tardó poco más de dos meses. Imaginé que ella había ido con él para evitar enfrentarme. De cierta forma eso me aliviaba. No sabía si estaba listo para una charla con ella, no tenía ni idea de qué decirle. "Oye, no lamento haber acabado con tu familia entera, pero podemos ser amigos", "Hey, ¿te parece si olvidamos que somos los causantes de las muertes de nuestras familias y empezamos de nuevo? Ahora si quiero llevarme bien contigo" o quizás "Ahora que me desahogué un poco ya no te odio tanto. Podemos empezar de cero". Todas esas eran estupideces sin sentido, aunque con mucho sentido para mi. No me arrepentía de mis actos pero tampoco me sentía orgulloso. Algunas veces hasta llegaba a sentirme culpable. Después de que Demos volvió tampoco la vi.

Ahora que había logrado lo que quería ya no sabía que hacer. Ya había acabado con los asesinos de mis padres. Ya había encontrado a aquella pequeña del Ekha. ¿Ahora que?. Mi guerra contra los ocultos había finalizado y eso no me hacía feliz en lo absoluto.

Halaác estaba mejor que nunca. Se mantenía como el reino más rico de Verdammt y sus riquezas seguían aumentando. Nadie nos amenazaba con guerras por ahora. No había demonios a los que enfrentar, ni vampiros, ni hombres lobo, ni nada.

Tenía mucho tiempo libre el cual me hubiese gustado usar en viajes por todo el mundo, pero no podía estar lejos del reino por tanto tiempo. La mayor parte del día me la pasaba en la sala de trono, un lugar al que casi nunca iba. Era un salón enorme, con el suelo de mármol y columnas del mismo material, las paredes estaban tapizadas de un tono azul tan claro que me daba sueño; en el techo habían pintado hace mucho las predicciones más importantes de los dioses: la guerra de un dios desconocido contra ellos, la protección de la gran bruja, la primera guerra de Ares, la ira de Hades y un enfrentamiento entre dos seres superiores que estaban hechos borrones, nadie sabía quienes eran. Pero nada de eso ocurrirá porque Ares desapareció poco después de nacer y Hades ni siquiera existe. Tener que juzgar a criminales aquí y escuchar súplicas cargadas de halagos de la gente no era algo que me interesara. Normalmente este trabajo se lo dejaba al juzgado ya que a mí se me hacía aburrido, pero como no tenía nada mejor que hacer estaba aquí cumpliendo con mi deber. Al juzgado no le agradaba aquello pues cuando estaba presente siempre era yo quien tomaba la decisión absoluta sin tomarlos a ellos en cuenta.

Descansaba sobre mi trono, que estaba encerrado por un pasamano de mármol pulido al que se llegaba a través de amplias escaleras, con una pierna sobre la otra y mi cabeza recostada sobre mi puño, completamente aburrido. Mi senescal, Demos, estaba a mi lado. A nadie le parecía correcto que mi senescal y mi capitán mayor fueran la misma persona. A mi me daba igual lo que pensaran los demás. Yo era el rey y hacía lo que me diera la gana.

Una mujer no muy mayor, de cabello castaño se encontraba de rodillas al final de las escaleras, con la cabeza agachada. Era la esposa de los Reginald, Lady Sasha.

—Majestad.

—Lady Sasha, ¿a qué se debe su visita?

Al levantar su mirada pude ver sus ojos oscuros llenos de desesperación y lágrimas.

—Sé que usted es un rey justo y ocupado—comenzó diciendo con la voz quebrada—. Jamás me atrevería a molestarle si no fuera por algo importante.

DAHARA: La guerra de los dioses ( Los condenados #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora