Los días estaban contados.
Si bien no se acercaba del todo la fecha que concluiría con el viaje sí iba implícito en el itinerario que la reducción de los pasatiempos correspondía a la falta de jornadas.
Cada segundo se volvía mucho más valioso que el anterior.
Y aunque los turistas no lo dijeran abiertamente se respiraba una suerte de nostalgia por la conclusión de un ciclo que marcaba los corazones de cada uno en distintos niveles.
Algunos recordarían la delicia de comer con una preciosa vista al mar que no se limitaba por bordes de arena o edificios engorrosos como solía ocurrir en las orillas de una playa.
Otros pensarían en la maravilla de vivir la fiesta sobre el navío que empezaba en convivencia familiar y terminaba en desasosiego sobre los pasillos solitarios que a veces se respiraban húmedos y peculiarmente salados por el ambiente.
También habría quienes recordarían las fugas nocturnas a las habitaciones de desconocidos con los que el sexo se volvió un ritual necesario para poder conciliar el sueño.
DongHae y Hyukjae no dejaron de buscarse. De hecho, apenas el sol se escondía la oscuridad se volvía su más delicioso testigo. Ese que los miraba entregarse cada madrugada como si el mañana no fuera un peligro. Como si las advertencias de días pasados no bastaran para hacerlos retroceder.
¿Cómo ceder? Si en la cama compaginaban con una destreza que los hacía cada vez más expertos en el cuerpo ajeno. Así, aun cuando Hyukjae no comprendiera todavía los arranques iracundos y depresivos de su amante, lograba sosegarlo estando bajo las sábanas.
Le murmuraba halagos al oído.
Le besaba las mejillas húmedas.
Y lo hacía suyo olvidando que fuera de ese lugar, lejos de esas paredes, volvían a ser un par de desconocidos deambulando por el barco a la espera de una nueva aventura.
A pesar de la cercanía sexual que los conectaba Hyukjae aún no conseguía lo que cada vez deseaba con mayor fuerza. Observar ese rostro mientras se le hundía en las entrañas. Verle a los ojos. Que por fin sellaran al menos un encuentro a través de la mirada. Estúpidamente cursi, tal vez. Pero probablemente DongHae también le daba el mismo significado a esa simple acción porque, en todos los encuentros que continuaron suscitándose entre ellos, nunca permitió que Hyukjae y él conectaran visualmente en medio del sexo.
Parecía como si se negara a la formulación de otra clase de lazos.
¿Qué más daba? ¿Por qué tanto escándalo? Si, para el final del viaje, cada quien volvería a su hogar. Y tendrían que olvidarse del rostro.
De las caricias.
De los besos.
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Adagio [EunHae]
Fiksi PenggemarLee Hyukjae no sabía cuánto necesitaba el caos que Lee DongHae le traería a su vida. Pero estaba listo para escuchar aquel canto atormentado que se ocultó durante tanto tiempo. Aún si a él mismo le hería...