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—¿Estás seguro de que no quieres ir? —dijo Hyuk acomodando un mechoncito de los cabellos rubios de Hae para ajustarlo tras su oreja. Fue el pretexto ideal para deslizarle los dedos por la línea de su mandíbula, sostenerle la barbilla y hacerle levantar el rostro con tal de besarlo por milésima vez en el día.

Su cabeza se removió a un costado sólo para cambiar el ángulo en el que quería continuar besándolo.

El contacto fue muy corto. Estaba mezclado con una sutileza que hizo cosquillear sus estómagos por igual.

—Tus amigos quieren verte —negó DongHae aprovechando para frotar sus labios con los de Hyukjae. Su mirada se direccionaba a este punto de contacto. Bastaba entonces que abultara la boca para conseguir un nuevo beso al que el estudiante respondía impulsado por el sazón dulce de su pareja—. Es un buen momento para que pases tiempo con ellos. Además, me conocen. Será muy raro que me vean llegar contigo. No quiero arruinar el ambiente —.

—Tú nunca arruinas nada —intervino Hyuk angustiado de que ese pensamiento se apoderara de Hae.

Sin embargo, no había un sentimiento negativo en el rubio. Al escuchar la aclaración volvió a sonreírle. Cerró sus ojos y lentamente buscó otro beso. Deslizó sus manos por el pecho de Hyuk para escalar el cuello. Sin dejar de abrir y cerrar para continuar con el intercambio de chasquidos y succiones le acomodó el cuello de la camisa junto con la corbata.

Al alejarse Hyukjae pegó sus frentes. Apretó las manos en la cadera de DongHae para acercarlo otro poco. A éste se le hundió el abdomen con una intensidad de cuento.

Solía sucederle muy a menudo desde que empezaron a vivir juntos que no sabía bien cómo sobrellevar todo eso que Hyukjae le provocaba. Y es que ciertas acciones, miradas y caricias del pelinegro transmitían una intensidad de sentimientos que desarmaban a DongHae por completo.

Los nervios lo vencían provocando que se cuestionara quién de los dos parecía el menor entre ellos. La timidez podía muchísimo con su aguante. Lo hacía concebirse como un ser tan pequeño, pequeñísimo al que Lee Hyukjae sostenía con el inicio de los dedos para envolverlo en una cajita de terciopelo que cuidaba con su vida misma.

El sentimiento era abundante.

Tan caótico y hermoso que, por eso mismo, DongHae se ruborizó mientras Hyukjae lo observaba en medio de la despedida.

—Ya quedó —dijo en voz baja al terminar de ajustarle su corbata—. No te olvides de ser muy, muy caballeroso con Inha —.

—Es una mujer terca. Le dije que podíamos vernos después de que nacieran sus bebes. Ahora parece una esfera. Ni siquiera puede caminar bien —.

—Y por eso mismo debes cuidarla —.

—O podría llamar y cancelar. Finalmente lo hago por su seguridad —.

—No, niño —carcajeó suavemente DongHae retirándose de sus brazos para tomar el abrigo que Hyuk escogió para la ocasión. Al regresar de la sala, se colocó detrás de él. Puso la prenda en sus hombros para ayudarle a ajustarlo sin que éste se arrugara demasiado—. También es bueno que te despejes un poco con tus amigos. Tuviste mucho qué hacer en la Universidad estos días —.

—Es absurdo que vaya a "divertirme" sabiendo todo lo que está pasando —.

—Nada cambiaría con el hecho de que te tomes un día para ti. ¿Para qué preocuparse por eso? —terminada la pregunta Hae se colocó frente a Hyuk en busca de un último abrazo—. No es justo que nos quedemos estancados. Aún si tenemos ciertos problemas, eso no debería ser motivo para afectar en nuestra vida o en nuestras amistades, ¿no crees? —

Adagio [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora