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Y si hubo un instante específico en el que Lee DongHae de verdad hiciera alarde de sus habilidades en la música destacando por encima de lo que cualquiera consideraba un ensayo común y corriente fue justamente ese.


A cualquier distancia e incluso sin prestarle más atención de la debida se le descubría un ímpetu soberbio en el que se jactaba de sus dotes musicales para matizarse por encima del promedio. Prolongaba aquellas notas que requerían de equilibrio entre los dedos para mantener el acorde sin desafinar.


Se le escuchaba experimentando y llevando sus respectivos solos a composiciones mucho más elegantes que las comunes. Pues, a pesar de que la melodía entre sus acotaciones fuera exactamente la misma que se le escuchó interpretar en días anteriores, las diferencias en el sentimiento de la pieza eran irreales. Como sacadas de una fábula en la que apenas si se creía posible el nivel de compromiso surgido de la nada.


Su presencia mostraba afanosamente ese momento en el que el músico deja de ser sólo un espectador que coloca la melodía a los pies del público para convertirse en una parte importantísima de la obra. Como un todo que funciona, se dispone y se corresponde entre las partes para hacerle ver que él también debe ser considerado Arte. Lo que transmite, lo que comunica, lo que entrega a los oídos del escucha. ¿Qué sería de la vida sin el puente humano que manipula a la melodía en vibraciones y golpes hasta volverla la belleza de un cosmos auditivo plagado de ritmos y cadencias?


DongHae se sentía, se respiraba y se afinaba con un tinte completamente distinto al cotidiano.


Los murmullos en torno a su participación destacable durante el ensayo por supuesto fueron parte del espectáculo:


"¿Qué ocurre con él?"


"Se ve peculiarmente animado"


"¿Estará ebrio?"


Aunque esto último no era precisamente para alagarlo. Sino porque hubo quienes, fisgoneando la entrega de sus prácticas que atraían a los de su alrededor con mucha facilidad, le descubrieron sonriendo sutilmente cuando los estribillos de su pieza musical conllevaban concentración mayor o prolongación simultánea.


El violinista DongHae casi parecía otro.


El tipo vigoroso que no cualquiera tuvo la suerte de conocer salvo los que tenían relación con él de hace años.


Lleno de pasiones.


Impregnado de unas ganas enormes por vivir y comerse al mundo entero de un bocado. Por eso a los veteranos no les disgustó dicha faceta repentina en el hombre. Hubo, más bien, un sentimiento de nostalgia, inquietud y alegría mezcladas. ¿Qué bicho le picó al excéntrico rubio?


Los pocos que quedaban de aquella época aún recordaban al DongHae de la adolescencia. Ese que quería todas las obras para sí. El que estaba hambriento de protagónicos, pero también de sitios extra en los que pudiese adquirir mejores experiencias para así hacerse responsable de lo más intenso.

Adagio [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora