26.

3.6K 370 75
                                    

K A R A D A N V E R S

Me levanté toda pegajosa debido al sudor que desprendía el cuerpo de Lena, al tantear con mi mano libre me di cuenta que volaba de fiebre. Me erguí con miedo a despertarla pero al intentar separarme ella me sujetó con fuerza, estaba dormida pero sin duda no quería soltarme.

Tuve que arreglarmelas para pasar un brazo bajo sus piernas y el otro en su cintura, la alce con facilidad ya que no pesaba y la acomodé en mi cama. La tape con una fina sábana mientras rebuscaba en la mesita de noche el termómetro, lo coloqué bajo su axila y fui al baño por una toalla para mojarla.

— Kara — la pelinegra se estaba levantando, sus ojos buscaban con desesperación mi presencia — ¡Kara! — lágrimas espesas se deslizaban por sus mejillas dejándome shockeada — No, no, no.

— Lee — me acerque, al verme se lanzó a mis brazos como una pequeña niña asustada — Vuelve a la cama.

— No te vayas — su iris verde cambió a un gris totalmente oscuro, sus labios estaban pálidos y tembló debido al frío — Por favor, Kara.

— Tranquila — la arrastré hasta la cama y puse la toalla sobre su frente, oculte mis ganas de reírme cuando dió un saltito — Debo llamar un doctor.

— Estaré bien, solo llama a mi madre — pidió, viéndome con esos hermosos ojos suplicantes — Es el típico resfrío del año.

Hice caso a su petición y llamé a Lilian, claro que no habían pasado ni quince minutos que estaba golpeando la puerta de mi casa. La dejé pasar recibiendo un rápido abrazo con una sonrisa tranquilizadora en sus labios, suspiré quedándome en la sala siendo observada por mis mascotas.

Quesito se acercó para apoyar su mano en mi hombro como entendiendo mis inquietudes pero tras su espalda sacó su plato de comida y lo puso sobre mis piernas.

— Idiota — mascullé divertida.

Les di de comer a todos no sin antes pelear con Linky y Pinky que volaban con sus platos chocandose las paredes causando ruidos estrepitosos. Mi casa era un gran caos con todas mis mascotas, quizás necesite un lugar más grande porque así solo terminaré enloqueciendo. Lilian apareció tras algunos minutos expulsando el aire ruidosamente, la observé intrigada pero se dejó caer en el sofá... Ahora que lo pienso, ¿Dónde están las siameses?

— Len estará bien — informó la mujer mayor — Siempre tiene estos resfriados cuando comienza el otoño.

— ¿Necesita algún medicamento?

— Le traje al venir, por ahora solo dale algo de sopa y estará perfecta en un par de días — asentí, la duda me atravesó el pecho como un relámpago en plena tormenta y Lilian lo notó — No tienes que perdonarla con facilidad, ¿Lo sabes?

— Es difícil cuando la mujer que amo está a unos metros — fui por un pequeño sobre de sopa instantánea y lo vertí en una taza — Necesito que Lena me demuestre lo que siente con hechos porque las palabras siempre son fugaces.

— Aunque sea mi hija te pido que la dejes luchar, que se gane nuevamente tu corazón aunque ya lo tenga — desvíe mis ojos al agua de la tetera — Lena debe saber que la guerra del amor es la más difícil pero sus recompensas son magníficas.

— ¿Por qué me dejó? — me atreví a preguntar, todas esas dudas me rompían la cabeza todas las noches cuando me imaginaba tantos escenarios dónde Lena volvía para decir que me ama y ahora que lo hizo esas dudas siguen ahí, clavadas como una daga infectando todas mis heridas — ¿Por qué, Lilian?

— Sabes que no me corresponde decir eso, cariño — la tetera silbó dando aviso de que el agua estaba lista, con el peso de una mochila de piedras llené la taza removiendo el contenido — Dale tiempo y quizás algún día te lo cuente.

Desorden de estrellas (CORRIGIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora