3.

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L E N A L U T H O R

Bebí un vaso de vino siendo castigada por una horrible migraña. Su nueva vecina le causó esa jodida migraña. Caminé furiosa de un lado a otro pensando en cómo sacar de esa casa a mi madre, si algún chismoso reportero se entera de éste desastre Lillian Luthor sería portada de revista por su descuido.

Llevé dos dedos al puente de mi nariz y masajeé intentando calmar el dolor de cabeza. Eran las dos con dos minutos de la madrugada y el ruido de aquella música llegaba a mis oídos.

— Parece que los vecinos se divierten.

James apareció por la entrada principal con el semblante cansado. Me miró unos segundos y luego se dirigió a los estantes para sacar unas galletas, no me apetecía hablar con él en estos momentos y James lo supo al no obtener respuesta.

— Está bien, me iré si es lo que deseas.

Agradecí internamente su entendimiento. Mi esposo salió de casa para seguramente dar una vuelta y volver en aproximadamente media hora. Intenté pensar en temas relacionados con la empresa o mi nueva investigación pero esa horrible música me estaba sacando de mis casillas.

— Te quedas aquí.

Jazz agachó la cabeza ante la furia de su dueña. Lena salió al jardín trasero y se dirigió al cerco para ver qué rayos sucedía en esa casa.

Jamás imaginó que encontraría a James hablando animadamente con su vecina. Él sonreía. Hace años no lo veía sonreír de esa manera y la causante de eso era la rubia de ojos color cielo.

Me quedé observando su cuerpo. Los pantalones ajustaban sus tonificadas piernas y aquella camisa celeste mostraba cuan fuertes eran sus brazos. Pero mis ojos no se quedaron ahí, seguí viajando por su cuello y esa carita de "no rompo un plato".

Sus ojos, mierda, sus ojos eran bonitos.

— Que desperdicio su estupidez.

Se alejó del cerco de madera que la separaba de su vecina y caminó a encerrarse en su despacho. Jazz correteo por la casa buscando algo de atención pero fue ignorada por Lena, se acomodó en el sofá pequeño y con sus ojos tristes espero a ser rescatada por Metralleta. 

La pelinegra se concentró en los documentos esparcidos de la empresa, se encargó de revisar minuciosamente cada departamento y así evitar tragedias laborales.

Se hicieron las cuatro y James no regresó. Lena bebió un vaso de whisky, dejó que el alcohol acariciara su garganta e ignoró el hecho de que su esposo prefiero la inmunda fiesta de su vecina. 

Entonces a las cinco de la madrugada Lillian y James aparecieron soltando fuertes carcajadas que no pasaron desapercibidas por su mal genio.

— ¡Vaya! Hasta que se dignan en aparecer.

— Ups — su madre hizo un gesto infantil — Creo que Luthor está enojada.

James se encontraba sobrio pero la sonrisa de tonto aún no se le quitaba, parecía tan feliz de repente y eso solo le causó exasperación.

— Vete a dormir, madre. Mañana te irás a casa.

— Señor sí, señor.

La miré incrédula, el comportamiento inmaduro que portaba su madre en estos momentos eran estúpidos.

— Kara dice eso.

»Kara«

La estúpida Kara convirtió a mi madre en un desastre con pies. La cólera se le subió al cuello mostrando sus gruesas venas que fueron captadas por su esposo.

— Es buena chica.

— Cállate, Olsen. — él me miró expectante y me dió la espalda dispuesto a encerrarse en nuestra habitación — Y también vete a la mierda.

Azotó la puerta enojado. Sabía que James odiaba las discusiones, por esa razón nunca me gritaba ni me llevaba la contraria.

Era gratificante tener la capacidad de llevar los pantalones en la casa con un hombre al lado.

— ¡Vete al demonio, Luthor! 

Abrió grandes sus ojos, intentó procesar las fuertes palabras de su esposo. Este día se le salió de las manos. Rascó su nuca confundida por la actitud de James y el descuido de su madre.

¿Rebeldía?

Sus planes de llegar a casa y ser abrazada por el silencio fueron estropeados, culpó firmemente a la tal Kara.

No durmió. Llevaba más de veinticuatro horas sin descansar y eso solo la traía de malhumor, entró a la habitación donde James dormía plácidamente.

Ignoró a su esposo y caminó hasta el baño para darse una refrescante ducha. Habré estado más de media hora bajo la regadera pero si quería espabilar fue necesario que el agua golpease su rostro.

Luego de su satisfactoria ducha se vistió con su traje azul y se pintó los labios de color carmín. Volví a mirar a James que seguía durmiendo con una sonrisa en sus labios, entonces una puntada de celos invadió mi pecho.

Tomé furiosa mi maletín y salí de casa, olvidé el desayuno y eso hizo que golpeara el volante debido a mi frustración. Todo se me estaba saliendo de control, debía arreglar lo antes posible está situación.

— ¡Hola!

Di un salto en mi asiento al oír aquella armoniosa voz. Giré lentamente mi cabeza y ahí se encontraba ella, vestida como una bibliotecaria, carecía de estilo. Una sonrisa inocente apareció en sus labios y ese acto me causó un hormigueo en las manos.

— ¿Qué quieres?

Podía haber soltado una carcajada al verla transformar su sonrisa por una expresión furiosa, sus mejillas se tiñeron de rosado y esos labios se fruncieron junto con su entrecejo.

— Que seas más educada, Luthor.

Oír mi apellido de su boca fue como una cachetada mental. Me desconcertó a tal punto de desear pedirle perdón por mi brusquedad.

No pude hacerlo porque con su aire infantil ella se fue con ese conejillo en manos. Me dejó una sensación agria en el estómago verla tan lejana y con esa expresión enfadada.

Me sentí estúpida.

Desorden de estrellas (CORRIGIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora