Lo que pasó ¿pasó?

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Pov J


Casi nunca escribo de día pero hoy lo necesito. Esta madrugada, después de estar despierta desde las 7 a.m. de ayer, y después de la fiesta que duró casi seis horas, no dormí nada. Hoy me paré de mi cama agradecida de que al menos fuera de día para dejar de perder el tiempo intentando dormir. Ni siquiera he podido pensar en mi nueva edad, ni aún empiezo a acostumbrarme a un nuevo número porque no puedo sacarme de la mente lo que pasó anoche. O lo que no pasó y creí que pasó. Ya ni siquiera sé. Aunque mi día, ayer, consistió en momentos que quisiera escribir con detalles, por ahora tengo que poner cámara rápida y detenerme con calma en el momento que me tiene con un dolor de cabeza insoportable. Porque si no lo saco de mi sistema, me voy a enloquecer. Además mis papás y Irene llegaron hace unas horas a la casa (pasaron la noche fuera) y me siento mal de tener el desayuno que trajeron enfriándose en mi mesa de noche, pero es que no siento apetito. También me siento mal de haberle mentido a mi mamá, pero es que no puedo explicarle algo que yo no entiendo. 

Aún.

-Cuéntame, ¿cómo la pasaste anoche? ¿Algún pretendiente? Algo te pasa, estas pensativa...- me dijo con un tono divertido y se sentó en la cama.

¿Sinceramente? No sé si hay algún(a) pretendiente. Yo creía que no, pero algo gigante pasó anoche que me hace creer que existe la posibilidad de que sí. Y eso es lo que me tiene así de pensativa. Y sí, de acuerdo: algo me pasa.

Pensé. Pero no se lo dije.

-Bien, ma. Gracias por confiarme la casa, la pasamos muy bien. Y pretendientes no, y que pase algo tampoco- le solté entre dientes. 

-Si necesitas algo, me cuentas- me dijo simplemente. Me besó la frente y bajó. 

Sí hay algo que necesito. Desmenuzar mi cumpleaños. 

Lo que pasó antes de lo que pasó.

Ayer me levanté con cierta clase de desespero porque no sabía si L se iba a acordar de la fecha. Me sentía rara de tener tanta urgencia por recibir alguna señal de ella que me diera a entender que le importaba lo suficiente para aprender el día en el que vine al mundo. Y luego me sentí ridícula porque pocas horas después me di cuenta de que no solo se acordó sino que me felicitó, y de la forma en que yo menos esperaba. Aunque ante mis ojos de verdad fue un gesto hermoso, me confundía sentirme tan emocionada. Era mi mejor amiga, a fin de cuentas. Mi mejor amiga y nada más. Le dije por mensaje de texto que viniera a mi casa y omití por completo el motivo. Si le daba la mínima pista de que la estaba invitando a una fiesta, L iba a pensarlo dos veces. La conozco bien. A ella le gusta el silencio, la interacción con un ser humano a la vez y hablar únicamente cuando, donde y con quien realmente le nace. Sin embargo, hacerla incomodar un poquito era mejor que no verla.

Yo quería verla para que me contara sobre la taza marcada. 

O: yo quería verla. 

Así, sin nada más que complete esa frase para intentar justificarlo.

Cómo recuerdo lo que pasó

En la fiesta, una amiga me hizo saber que creía haber visto bajándose del carro a "mi nueva amiga", "la peli-rubia" de la que le había hablado antes. Fui a buscarla: 1) para que no se arrepintiera y porque 2) el único rostro familiar que podía covencerla de quedarse era el mío. La poca luz no ayudaba para nada y moví a todo el mundo para revisar en cada esquina de la casa. Cuando por fin la encontré, estaba de pie hablando con Ling, a quien había conocido en el intercambio hace años. Sabía que ella no se le acercaría de la nada a hablarle a un desconocido y me dio risa sentir que podía leer sus pensamientos de incomodidad. Así que sin pensarlo le agarré la mano, cruzamos un par de palabras (literalmente creo que nos dijimos tres), me disculpé con Ling y a ella me la llevé de la mano. El único lugar en donde realmente se podía hablar con calma era en algún cuarto del segundo piso. 

La llevé de la mano por todos lados hasta que subimos las escaleras con ayuda de la luz de su telefono. Todo el segundo piso estaba apagado (era la forma de recordarles a todos que nadie tenía autorizado subir). No sé por qué apenas di el último paso de las escaleras quedé ahí. Frené en seco. No avancé más. Hice otro par de cosas sin saber por qué: no le solté la mano (incluso cuando ya era obvio que no iba a guiarla más entre la multitud), no prendí las luces, no caminé hasta mi cuarto, no hice nada más que hablarle un poco en la penumbra y finalmente preguntarme: ¿por qué no le he soltado la mano?

Evalué rápidamente la situación, volví a mis sentidos, le solté la mano y me senté justo en ese lugar donde nos habíamos detenido. Puso el celular con la linterna dirigida hacia la pared. Estábamos a oscuras, las dos, hablando.

-Tenías preguntas esta mañana, ¿no?- me dijo L sin mirarme.

-Aún las tengo, pero hay algo que me gusta del signo de interrogación que quedó después de la sorpresa- le dije mirando también hacia la oscuridad que teníamos al frente.

-Mejor. Así no revelo mi estrategia- me dijo L.

Pero esa vez sí volteó a verme. Yo no quite la mirada de la oscuridad y aunque no soy capaz de asegurarlo, en ese momento sentí que me estaba mirando la boca.

-Sí que coincidimos ese día. Nunca había conocido a alguien en una situación tan fortuita. Además, yo no soy de invitar a alguien que no conozco a mi carro- dije mirando el mismo punto de antes.

-Pues, yo no soy mucho de hablar....- dijo riendo, y me hizo reír también.

-Me quisiste rápido- le dije volteando la cara hacia la izquierda, hasta mirarla fijamente. 

L se quedó en silencio. Pensativa. Mirando hacia al frente. No sabía qué iba a decirme y no podía leer lo que estaba pensando. La miré porque no entendía si  mi comentario la había molestado. Recostó la cabeza en la pared. Y como si estuviera tomando una decisión, volteó el rostro sin despegar la cabeza de la pared. La miré a los ojos y ya no era una duda, me estaba mirando la boca. Se empezó a acercar. Tenía el corazón en la garganta. Ya era algo recíproco, yo le estaba mirando la boca. La tenía cada vez a una distancia más corta. Y cuando casi estábamos a punto de tocarnos la punta de la nariz...

-Cumpleañera, ¿eres tú?- gritó Andrew, un amigo del colegio desde abajo de las escaleras.

Salté. En milésimas de segundos giré mi cuerpo completo hacia la derecha y apagué la linterna. 

-Andrew...sí, soy yo. Estaba buscando algo- dije con la voz entrecortada.

-¡Bájate de ahí! No sabíamos donde estabas metida, vamos a bailar- dijo Andrew de una forma que me dio a entender que no habia visto nada, y se fue cantando la canción que estaba sonando. Ni sé cual era.

Nos quedamos ambas en silencio, sin mirarnos, en la completa oscuridad, no sé por cuántos minutos.

-Vamos, quiero que conozcas a mis amigos- le dije intentando parecer tranquila.

L, sin decir nada, asintió.

Bajamos y le presenté a mis amigos. Todos parecieron amarla. Bailé todo lo que quedaba de la noche. Ella también. Por separado. Nos miramos de vez en cuando, pero alguna siempre quitaba la mirada. Cuando ya eran las cuatro de la madrugada, se acercó a decirme que su taxi había llegado, que gracias por todo. La abracé. Me abrazó. Y se fue.

No puedo quitarme la sensación de haber tenido a L tan cerca.






            

Sí, si es contigo (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora