El labial tiene la culpa

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Pov L

Nota: Escribiré esto, rogándole a no sé quien, que lo que hice anoche no haya ocurrido en realidad. Ojalá al terminar esta entrada sienta una sensación de hormigueo en cada una de las partes de mi cuerpo y finalmente me despierte. 

Ayer cumplió J y la taza (de la que tanto dudé) la hizo sonreír. O al menos eso sentí al leer su agradecimiento vía mensaje de texto. No veía la hora de contarle sobre esa noche en el café cuando entró  al baño y agradecí al universo que su vejiga estuviera llena. "Ven", me decía J en el último mensaje de texto que recibí ayer en la mañana. La mataba la curiosidad de saber todo acerca de la taza marcada y acepté ir. El problema que en el momento me pareció minúsculo, fue que no especificó la hora. No quería ser intensa, así que usé de guía la forma como funcionan los cumpleaños en mi familia; después de lo que sea que pase en el día, siempre tarde en la noche cuando estamos todos juntos cantando el cumpleaños frente a una torta gigante. Supuse que sería igual en su casa. Cuando ya era de noche, mi papá se ofreció a llevarme. Siempre me llena de ternura su constante búsqueda de cualquier oportunidad para hacer algo generoso por Sorn o por mí. 

Si supiera que sin hacer o decir nada ya es el mejor papá. Le prometí que no era necesario, que mejor se quedaran tranquilos ambos cenando. Pero Sorn prácticamente me rogó hasta que terminamos todos metidos  en el carro. En el camino me hicieron una grandiosa confesión: estaban insistiendo tanto porque estaban deseosos de poder darle por fin un vistazo a la casa de la que tanto les había hablado. Cuando llegamos a la casa de J se me quitó la sonrisa al darme cuenta de que estaba llegando a una fiesta. A J se le olvidó mencionarme ese pormenor. (Que de menor no tenía nada). Había bastantes carros parqueados afuera, gente por doquier y música fuerte. Otra de mis pesadillas.

-Wow. De verdad sí es como la describes- Dijo Sorn con los ojitos bien abiertos mirando por la ventana, y finalizó diciendo:

-¡Qué linda es!

-Tú eres linda- le dije.

Mi papá me sonrió y me dijo:

-Saluda a J de nuestra parte y pasala bien.

Si nose tratara de J, no me hubiera bajado y le hubiera dicho a papá que volvierámos a casa. No me gustan las fiestas y mucho menos cuando llego a una sin saberlo. Pero era J, así que, pensando en cómo saludarla sin que se me notara el desagrado ante la situación, me despedí de los dos y me bajé.

Esperé hasta que el carro se alejó y ahí si caminé hacia la entrada de la casa tratando de pasar desapercibida frente a las personas que estaban charlando ahí fuera. Algunos voltearon a verme y puse las manos en mi pelo pensando que se debía al color rubio. Unos pocos seguían sin quitar su mirada y tardé unos pasos en darme cuenta de que era porque yo estaba entrando a una fiesta (que parecía sacada de Gossip Girl) en Jeans vintage, t-shirt negra, chaqueta de jean y Dr. Martens. 

La música sonaba tan fuerte que parecía estúpidamente inútil tocar el timbre, así que metí las manos a los bolsillos de mis jeans porque además hacía un frío impresionante, y decidí esperar una señal divina. Como por arte de magia segundos después se abrió la puerta. Era un hombre que al parecer iba a furmarse un cigarrillo afuera. Me sostuvo la puerta y entré luego de darle la gracias. Admito que apenas crucé el umbral sonreí internamente porque me alivió la primera impresión que tuve. El ambiente de la fiesta era muy agradable. La casa estaba casi a oscuras, la única iluminación provenía de guirnaldas de luces de colores que estaban colgando en algunas paredes, había meseros cruzando con pasabocas y empezaba a sonar Carried de Passion Pit.

 -Hola- me dijo una voz desconocida.

Me voltee rápidamente y estaba tan oscuro que casi choco con la persona que me estaba saludando. Me quedé en silencio al ver al chico, alto aparentemente de pelo oscuro y lo que creo que era un saco Tommy Hilfiger, mirándome. No veía bien su rostro pero estaba segura de que se habría equivocado. Lo debí  mirar raro porque se empezó a reír. 

-Acabas de llegar, ¿verdad?- me dijo con un tono ligeramente coqueto.

-Sí...no sabía que había  una fiesta- respondí sin entender por qué me estaba hablando e intentando descrifrar su rostro.

-Sabía que no te había visto antes, ¿cómo te llamas?- preguntó sonriendo como si mi comentario hubiera sido una respuesta a su flirteo inicial. 

No alcancé a responder cuando sentí que alguien que estaba detrás de mí me agarraba la mano. 

-Viniste- dijo J con un tono de voz tan distinto a todos los que le he escuchado que casi no la reconozco.

-¿J?- le dije intentando verla bien.

-No- me dijo sacásticamente  y casi que pude escuchar su sonrisa. 

Sonreí aun sin poder verla. Todavía no me soltaba la mano. 

-Discúlpame, Ling, me la voy a llevar un rato- le dijo J al chico alto.

-Tranquila, tranquila. Solo quería saber su nombre por si no la encuentro otra vez- inició respondiéndole  a J y luego dirigiéndose a mí.

Giré el cuerpo y le dije:

-Mi nombre también empieza con L. 

-Nos vemos- me respondió él riendo.

Volteé de nuevo hacia donde estaba parada J.

-Sígueme- me dijo J con el mismo tono de voz  que usó inicialmente y me haló con fuerza la mano que tenía agarrada hace un buen rato.

Empezamos a hacernos campo entre las personas y yo me dejé guiar por su brazo sin saber a dónde me llevaba. J podría tomarme del brazo y llevarme a donde quisiera, y yo iría feliz detrás de ella. No sé por qué pero así es. Las personas saludaban a J a medida que la iban viendo pasar, y era curioso, sabía que ella tenía una vida social muy distinta a la mía, pero no me imaginaba que fuera una tan activa. J se volteaba a mirarme de vez en cuando sin bajar la velocidad de sus pasos, como revisando que fuera bien ahí atrás suyo. Poco a poco empecé a acostrumbrar mis ojos a la poca iluminación. Gravel To Tempo de Hayley Kiyoko sonaba de fondo. 

Cruzábamos lo que vendría siendo la sala de su casa y nos acercábamos a las escaleras cuando me concentré en lo que traía puesto J. Una camiseta oversized negra que estaba usando como vestido, un par de botas cortas blancas y sobresalía un poco la parte superior de lo que parecían ser medias deportivas. Amé que J fuera tan J. Empezamos a subir las escaleras , y estas sí estaban completamente a oscuras. Saqué mi telefono con la mano que tenía libre y prendí la linterna para iluminar los escalones que J iba pisando. Llegamos al segundo piso y ella se volteó. Aunque yo seguía con la luz de la linterna apuntando hacia el piso, pude verla de frente. Su pelo estaba suelto y ondulado, los ojos le brillaban y tenía los labios perfectamente pintados con un labial rojo mate. Aún no me soltaba la mano, pero según su expresión corporal, ese era el lugar preciso a donde nos dirigíamos con tanto afán: el metro cuadrado que te recibe apenas subes las escaleras de su casa (que en esta ocasión estaba absolutamente a oscuras). J era así, ocurrente. Así que no le solté la mano tampoco.

-Dos cosas: gracias y perdón- me dijo.

Me encataba su labial, no podía dejar de mirarlo. 

-¿Por qué la uno y por qué la dos?- le respondí.

-La uno por el mensaje de cumpleaños y la dos por no haber dicho que era una fiesta- me dijo.

-Pues, de nada y gracias. La uno porque realmente no fue mucho y la dos porque así no sufrí con antelación- le dije haciéndola reír.

¿Qué maldito labial traía puesto?

Se sentó en el piso soltándome la mano y sin hablar entendí que me invitó a hacer lo mismo. Puse mi celular recostado en la pared con la linterna aún encendida. La luz, aunque no apuntaba hacia nosotras, era lo único que mataba la oscuridad absoluta en ese lugar. Me senté a su lado, ambas teníamos la espalda en la pared. Ella empezó a preguntarme sobre la taza. La música se oía en un nivel en que podíamos escucharnos sin esfuerzo. Le respondí lo que me preguntaba y mi respuesta la hizo sonreír.

¿Por qué ese tono rojo produce esto en mí?

De repente dejé de escucharla, como si el DJ, que estaba en el piso de abajo, le hubiera subido todo el voumen a la música y....

No quiero escribir más porque lo haría más real y cómo quisiera que no lo fuera. Lo que sí quisiera es aclarar que lo que pasó fue culpa de ese labial.











                 

Sí, si es contigo (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora