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Pov J


Abrí la llave de la ducha. Iba ya tarde para mi clases de Patronaje. Mientras se calentaba el agua me llevé una mano a la boca recordando la noche anterior. Yo no me lo podía creer. Nos habíamos besado. Pensé en que algo que siempre he amado del presente es que te permite mirar el pasado con sabiduría. Es como cuando te repites una película y analizas cada movimiento sabiendo en qué momento desencadenará, intentando encontrar todos los detalles pequeños (pero significativos) que pudiste  omitir cuando la viste por primera vez, buscando pistas ocultas o simplemente riéndote de esa chica que juró nunca fijarse en justo quien la termina enamorando sin remedio. Sonreí al acordarme de que el beso fue resultado de nuestra primera discusión. Pero nuestra discusión fue una especial, fue una sin el más mínimo rastro de algún sentimiento negativo y sin el más mínimo sentido, porque ambas queríamos lo mismo.

Estábamos de mal humor, pero porque ambas necesitábamos completar lo que había quedado iniciado. El miedo de perdernos, o de que lo que pasó en la fiesta nos alejara, nos activó las defensas, y ninguna planeaba permitirlo. La solución: acercarnos más que nunca. Mierda. ¿Cuánto tiempo llevaba la ducha corriendo?

Pensé.

Ese lunes hice todo lo que haría normalmente, hasta que recibí una llamada a las 5:15 p.m.

-Sí, ¿quién es?

-Soy yo- me dijo susurrando.

-¿L?...¿Y...este número?

-Del café. Sigo en turno y no puedo usar mi teléfono.

-¿Estás bien? ¿Te pasó algo?

-Sí, estoy bien. Estaba pensado en que como ya sabes que es mejor decirnos las cosas...Quisiera decirte algo- dijo con un tono casi cómico .

Respiré.

-Dime.

-No, no por acá. ¿Puedes venir a Mocca?

-¿Ya?

-Cuando quieras. Me quedan unas horas más.

-Ahorita nos vemos.

Colgué.

"No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy", me dice siempre mi mamá haciendo énfasis repetitivamente con su dedo índice sobre la palma de su mano. Esa vez hubiera sido: "No dejes para más tarde lo que puedes hacer ya", pero igual, le hice caso. Llegué al café. L no estaba a la vista así que me senté en una mesa alejada de la esquina. Estaba Jugando con los sobres del azúcar mientras miraba el lomo de los libros que adornaban la pared del lado.

-J- dijo L cuando ya estaba al lado de mi mesa.

Últimamente en cada ocasión que nos veíamos me dejaba con la sensación de que se iba poniendo cada vez más guapa.

-Hola- le dije sonriendo y puse los sobres de azúcar en su puesto. Hice todo mi esfuerzo por no pasar mi vista cerca de su boca. 

-Ven- me dice con las manos ocultas en los bolsillos de su delantal color vino tinto mientras se dirigía hacia una parte de la librería a la cual yo nunca había entrado. 

Nunca me había fijado en lo bien que le quedaba ese delantal.

Me puse de pie, levanté mi chaqueta de la silla y la seguí. Nos paramos detrás de la pared negra gigante que L amaba (donde las personas escribían con marcador blanco los títulos de sus libros favoritos) y cruzamos una pequeña zona con sofás donde había estado ya algunas veces. Pero L cruzó hacia la derecha y de repente me sentí entrando a un laberinto de libros.

Nunca me había fijado en lo grande que era realmente la librería.

Había libros por todas partes, de piso a techo. La luz era cálida y tenue. Caminamos entre varios estantes hasta que ella se detuvo en un pasillo en el que quedamos completamente a solas. Me puse nerviosa. Se dio media vuelta.

-¿Habías besado a alguien como me besaste anoche?

-¿Qué?- le dije con un poco de risa.

-Sí o no- agregó seria rápidamente. 

-No entiendo la pregunta. 

-Un beso...Así- exclamó, como si estuviera recordándolo.

-No.

-¿No?- preguntó realmente extrañada.

-No- le repetí seria. 

-¿Y eso qué quiere decir?- me dijo después de unos segundos.

-Tú me besaste a mí- le dije y me miró confundida. 

-La pregunta que me hiciste.....te la devuelvo. ¿Habías besado a alguien como me besaste anoche?

Se quedó callada y tragó saliva.

-Nunca....- me dijo de una forma que me volvió loca.

-¿Y eso qué quiere decir?

-Que estoy pensando en ti de otra manera- me dijo convincente.

Me iba a derretir. 

-¿De qué manera?

-De una peligrosa, J, y yo no quiero perderte- declaró preocupada. 

-Pues tenemos los mismos síntomas, entonces...

-Yo sé- me interrumpió más segura que nunca.

-Lo puedo ver en la forma en al que me miras. 

Me derretí.

-Tú me miras exactamente igual- le dije pausadamente.

-No estás entendiendo. Ese es el problema. 

Supe lo que me iba a decir y no quería oírlo. 

-Que no puede ser...Eso es lo que quería decirme- le dije.

-Me da miedo que nos hagamos daño, J.

-Porque si vuelve pasar...- tragó saliva.

-, y alguna empieza a enamorarse...

-Entendido- le dije antes de que siguiera hablando. 

Me miró como si estuviera haciendo lo contrario a lo que realmente deseaba.

-Me muero porque vuelva a pasar...- me dijo.

Tragué saliva. 

-....Pero si no hacerlo me asegura que no hay riesgo de perderte...Me trago las ganas- agregó.

La miré fijamente.

-Lo que va a pasar es una de dos: o tienes razón, te tragas las ganas y volvemos a como éramos hace una semana. O en menos de una semana, estas muriendo de ganas y lo único que queda por tragarse es lo que dices.

-Esto no se controla, L...- le dije con ternura, así acabara de decir lo más imprudente de mi vida.

-J, nunca he estado con una mujer...-me dijo.

-Conmigo vas a querer estar- le respondí con una sonrisa. 




Sí, si es contigo (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora