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Pov L

Me desperté con la ilusión de que J ya hubiera entrado en razón. Me alisté y fui a su apartamento tan rápido como pude. Pero al llegar descubrí que mi suerte seguía siendo la misma. La orden no había cambiado.

Nadie podía subir

Yo
no
podía
subir.

La ansiedad me golpeó fuerte sin importar el lugar en el que me encontraba. Cuando llegué nuevamente a casa estaba muy mal.

—¿La viste? —me dijo mi papá intrigado apenas abrió la puerta.

—La perdí —le respondí intentando no llorar, pero fue imposible. Me llevé ambas manos a la cara. El corazón me latía lento, muy lento. Mi papá me abrazó, dejé caer mi peso en sus brazos y empecé a sollozar.

—Cuando estuviste confundida, ella tuvo paciencia y no la perdió. Ahora es tu turno —me dijo consintiéndome la cabeza.

—Debe sentirse muy mal —dije.

—Quiero ayudarla y yo soy el problema... ni siquiera sé por qué.

Mi papá me tomó entonces con suavidad por los hombros.

—Entonces averígualo.

—¿Cómo? Sus papás tampoco quieren verme...

—¿Y su hermana? —me preguntó, mientras me limpiaba las lágrimas.

Contuve la respiración. No lo había pensado. Corrí a mi cuarto y con el llanto irregular y pausado busqué el número de Irene en mi celular. Las lágrimas caían pero yo las ignoraba. Necesitaba solucionar, no llorar. Cuando lo encontré, me permití unos instantes antes de marcar para tranquilizarme. No sabía si su reacción iba a ser la misma de J. Me preparé mentalmente por si me colgaba al oír mi voz y marqué.

—Irene... —dije apenas sentí que contestaba.

—L... ¿Cómo estás? —me dijo.

Aunque es la fórmula de cortesía que todos usamos desde que aprendimos desde niños casi de modo automático, supe que ella lo decía porque conocía la situación y sabía que evidentemente estaba pasando un mal momento.

—No muy bien... —dije y tragué saliva

—Sé que J está mal, y que no ha querido verme. Pero eso es todo lo que sé... no entiendo el porqué de ninguna de las dos. —Paré para respirar. Repetirlo me hacía doler el corazón. Tomé aire y continué

—:solo quiero que alguien me diga qué pasó...

—¿No sabes? —respondió desconcertada.

—No... —dije sentándome sobre mi cama con miedo de lo que me iba a decir.

Respiró.

—Ustedes se tomaron una foto besándose...

—¿Cómo sabes eso? —Perdí las ganas de llorar de repente y la interrumpí.

—Porque... Hana la tiene —me dijo.

—¡¿Qué?! —Se me aceleró el corazón.

—¿Cómo? Es imposible... yo la tenía...

—... No fuiste tú —me dijo con compasión.

Por fin entendí.

Se me rompió el corazón.

—Piensan que fui yo... —Se me despertaron las ganas de llorar otra vez, pero no me lo permití.

—J piensa eso...

—Ellos sí —dijo

—Mi hermana no sé, no me contesta...

—Ella también —respondí.

—L... Hana lo tomó extremadamente mal, no sé si por el hecho de que son pareja o por la forma como se enteró. Tú sabes lo cercanas que son ellas...Asentí lentamente, como si Irene pudiera verme.

—... y que Hana le haya dicho que lo mejor es tomar distancia debió dolerle mucho.

Cuando terminamos de hablar, todas las piezas cayeron en su lugar. J había enfrentado todo eso sola. Quería consentirla y quitarle todo el dolor. Pero también entendí por qué no quería verme. 

A veces tenemos ideas equivocadas cuando el dolor no nos deja ver, y yo más que nadie lo sé bien. No sabía cómo "nuestro secreto" había llegado a manos de sus papás antes

de que J fuera a contarles, pero por el momento esa era la última de mis preocupaciones. J creía que había sido obra mía y aunque me mataba pensar que pudiera considerarlo, no tuve tiempo para sentirme dolida, tenía que recuperarla.





Sí, si es contigo (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora