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Pov J

Cerré mi diario y por más extraño que suene, sentí que veía la situación con claridad. Aunque pareciera un papel hecho para confundir, me había despejado. Entendí que L estaba pasando por un momento emocional bastante difícil. Me di cuenta que no todo se trata de mi. Solo con mirar ese papel lleno de necesidad y urgencia pero también de miedo y evitación me di cuenta de que tenía una guerra interna, de amor versus miedo, que no sabía controlar. Entendí que así ambas emociones estuvieran peleándose por dentro suyo, ella tenía un favorito. Ella quería que el amor ganara, así el miedo no se lo permitiera. L le tenía miedo al amor. Lo había dicho antes en forma de juego pero en esa carta entendí la magnitud de sus palabras. Se trataba de algo muy profundo que ella no sabia cómo manejar. Me sentí  mal de saber que en ese momento la causante d esa dolorosa guerra interna que tenía L por dentro era yo. 

Me sentí también agradecida de que por mí hubiera hecho tantas cosas que nunca había sido capaz de hacer por nadie más. Me sentí afortunada de haberla podido amar como nadie la había amado aún. Me sentí motivada a entregarle todo de mí para liberarla de esa prisión. 

Si sí íbamos a estar juntas o no, había pasado de repente a un segundo plano. Lo importante  era su bienestar y su libertad emocional. Quería que L tomara la decisión que quisiera, pero porque quisiera. No porque un miedo decidiera por ella. No me importó más el veredicto sino que su proceso de descubrimiento propio y amoroso fuera todo menos contradictorio  y agotador. 

La iba a querer sin importar cómo quisiera que nos quisiéramos. 

si al final no quería que nos amaramos románticamente, no me dolería tanto, porque al menos sabría que la decisión había estado en sus manos y no en algo que la apoderaba. Que la persona que más amaba fuera por fin libre de decidir sería la mejor recompensa. 

Le escribí inmediatamente un mensaje de texto.

Podría disculparte por confundirme, 

pero no tienes que disculparte cuando tú también lo estabas. 

Discúlpame tú a mí por no saber antes. 

En este momento necesito a mi mejor amiga.

Si de causalidad tú también

podemos invitarlas a que vuelvan a verse y tomen un café. 

Tengo una máquina nueva

L. 

Me respondió diciendo que no podía creer que hubiera entendido su desentendimiento propio. Me dijo al final que le iba a decir a mi mejor amiga que fuera a probar la maquina entonces. Esa tarde entró por la puerta mi mejor amiga, la de siempre, necesitado un abrazo que le sanara el alma, de esos mágicos. Y esa tarde su mejor amiga fue la que abrió la puerta queriendo sanarla sin importar las consecuencias. Nos sentamos en la cocina. L casi inmediatamente empezó a intentar describirme lo que estaba dentro de ella como si necesitara expulsarlo. Como si no viera a su mejor amiga hace mucho y fuera la única persona en la tierra que pudiera ayudarle.

Me llevó al inicio de nuestra amistad cuando hacíamos lo mismo con otros tipos de temores que sentía. Me sentí realmente bien de saber que yo seguía siendo su mejor amiga, la de siempre, y que estaba dispuesta a hacer lo que fuera por ampararla. La carta que me había dado seguía sobre la mesa y al verla la abrió con las manos. Con desespero iba explicándome los sentimientos y emociones que había sentido en cada uno de esos momentos. Eran todos muy fuertes y podía sentirlos a medida que los describía. Mis ojos se aguaron al escucharla y ponerme en su lugar. Qué cansada debía estar...Cuando terminó de leer la carta respiró profundo. 

Dijo que era inútil intentar expresarse porque todo lo que decía  sonaba como un montón de cosas sin sentido. A lo que yo respondí que estaba equivocada, que nunca antes la había entendido mejor. Me miró con ganas de llorar de la emoción y me preguntó  repetitivamente si estaba segura de lo que estaba diciendo o si solo se lo decía para tranquilizarla. La miré y le dije que no iba a descansar hasta lograr que ella pudiera actuar, hablar, y sentir en coherencia con lo que realmente deseara y no con lo que la controlara. Me miró y se quedó con la boca abierta. Como si nunca antes hubiera podido verbalizar su problema. Le sonreí y empecé a sacar las cosas para preparar el café en la nueva máquina. Me aseguré de poner la jarra de la leche en la mesa de primeras. Le había dejado un mensaje en el envase con marcador y esperaba que si el destino lo querría, ella se diera cuenta y lo leyera mientras sacaba el resto de cosas. 

Antes te quise,

hoy te quiero,

y te seguiré queriendo. 

No importaba si no lo veía porque ya se lo había hecho saber, pensé. Me devolví a la cocina por un par de tazas y cuando menos lo esperaba me abrazó fuertemente por la espalda llorando. 

-Gracias - me dijo. 











Sí, si es contigo (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora