Capítulo Cuatro.

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Boston,
18 de mayo 2013.

Mi puño sostenía mi mentón mientras que mi mirada estaba fija en el cuadro de arte que estaba colgando en la pared el señor encargado de la mudanza, aún no me convencía el lugar en donde estaba acomodado y eso le comenzaba a estresar tanto como al señor como a mí.

—Un poco más arriba y a la derecha.–indique soltando el aire que contenía.

Cuando lo movió acomodándolo donde le había dicho di un salto en mi lugar al ver cuan perfecto había quedado.

–¿Qué te parece Zoé?–me gire hacia mi sobrina.

–Esta bonito.–me regaló una tierna sonrisa.

Le sonreí y me volví hacía el hombre para regalarle una sonrisa a él también indicándole que se podía ir.

–¿Tía?–me llamo desde la alfombra.

–¿Qué pasa cariño?–me gire hacia ella.

–¿Cuándo volverá mamá?–preguntó con tristeza.

–Pronto preciosa.–me acerque dejando un beso en su frente.

–Ya la extraño.

Hizo un puchero que me partió el corazón, me acerque a ella colocándome en cuclillas para tomarla en brazos y alzarla.

–¿Quieres llamarla?–le regale otra sonrisa.

–Si.–movió la cabeza con frenesí.

–Vamos.

Fui con ella en mis brazos hasta mi habitación, la deposite en la cama y tome mi celular solicitando una videollamada con mi hermana que había tenido que viajar a Miami por asuntos de trabajo y me había dejado a Zoé, su hija.

–Hola hermanita.–la saludé con energía.

–Hola, ¿pasa algo?–arrugó las cejas.

–Zoé quiere hablar contigo.–informe para que no se preocupara.

Una sonrisa tierna se plantó en los labios de mi hermana.

–Pásamela.

–Toma bebé.

Le di mi teléfono a Zoé dejándola sola para que hablara con su mamá mientras yo iba a terminar de arreglar las cosas que faltaban en la cocina. Louis no tardaría en llegar del trabajo seguramente con cena para los tres de un lugar de comida rápida, eso habíamos estado comiendo los últimos días por la mudanza.

Todos los preparativos de la boda estaban en marcha, mi dama de honor por supuesto que sería mi hermana, evitamos hablar del tema de la boda con mi madre que había sido abandona de su novio después de que ella le diera una buena cantidad de dinero para no sé qué, la había dejado devastada pero no estaba dispuesta a ir a verla, no lo merecía.

–Va quedando bien.–dijo Louis desde la entrada.

Termine de meter las copas en donde iban antes de voltear y encontrarlo con una caja de pizza en una mano y en la otra su maletín.

–Por supuesto que si.–sonreí.

Me acerque a él besando sus labios mordiendo levemente el inferior lo que provocó un gruñido de su parte.

–Usted me provoca y no puedo hacer nada ya que hay una hermosa nena en casa.–se quejo con indignación.

–Pronto ira a dormir.–murmuré con coquetería.

Negó sonriendo.

–Ya lo creó.

–Iré por ella.–me gire para dirigirme a nuestra habitación.

–Bien, sacare platos.

Le sonreí y seguí caminando hacía nuestra habitación donde Zoé seguía hablando con mi hermana, me miro y sonrió haciendo una señal con su manita para que me acercara.

–No quiero interrumpir su plática de madre e hija, pero tu pequeña tienes que ir a cenar.–me acomode atrás de Zoé.

–Está bien.–me sonrió Zoé– mami, te amo, espero que vuelvas pronto.

–Estaré ahí el sábado mi amor.–le mando un beso.

–Adiós.

Zoé colgó la videollamada entregándome el teléfono para después levantarse de la cama y salir corriendo de la habitación, reí bajito y fui tras de ella, pero con más tranquilidad.

Al llegar a la cocina mire como Louis llenaba el rostro de Zoé de besos tronados a lo que ella reía.

–Vamos a cenar princesas.

Le sonreí y me acerqué a ellos para tomar asiento y comenzar a repartir los trozos de pizza para cenar. Mientras cenabamos escuchábamos a Zoé decir incoherencias que nos provocaban carcajadas, mire a Louis de reojo unos segundos antes de que me mirara y me obligara a mirarlo cara a cara.

Beso mis labios y sonrió juntado nuestras frentes después, sería un gran padre.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora