Capítulo Veintiséis

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Boston,
14 de agosto 2013.

Abrí mis ojos sintiendo de nuevo como todo mi cuerpo comenzaba a doler, mire a mi alrededor sin mover la cabeza tratando de saber dónde me encontraba pero al escuchar el sonido de la máquina que transmitía los latidos de mi corazón inmediatamente supe donde estaba, sentí mis ojos llenarse de lágrimas una vez más cuando todos los sucesos de la noche anterior cayeron como un balde de agua fría sobre mí, trate de sentarme pero no pude solo provoque que mi cuerpo doliera más y que la máquina de mis latidos se alterara.

¿Dónde estaba Aiden?

Quería gritar, pero no podía, por primera vez en mucho tiempo me volví a sentir esa chica en aquel día de noviembre donde un hombre desconocido trato de abusar de mí y alguien más había salvado mi vida; estaba en shock.

–Ai-Aiden.–fue lo único que logro salir de mi boca.

Mire la puerta abrirse dejando a la vista a un médico que se acercó de inmediato a mi llamando la atención de un tercero en la habitación haciendo que por un solo segundo pensara que era Aiden, pero no, no era él, era Louis que tenía sus ojos rojos.

–Señorita Davis, ¿cómo se siente?–se acercó a la camilla.

–¿Dó-dónde está?–solo quería saber de él.

–Señorita, le haré un par de preguntas y después le contestare lo que quiera saber.–respondió con calma.

–¡Dígame donde esta!–exigí.

Mi garganta comenzó a arder después de haberme obligado a gritar por la desesperación que sentía, ¿por qué simplemente no podían decirme donde estaba?

–Tranquila señorita Davis.–me dió una advertencia con la mirada.

Sentí la mano de Louis envolver la mía, pero no se sentía como antes, se sentía como un extraño en mi habitación. Espere con paciencia a que el medico me preguntara un par de cosas, pero cuando yo estaba a punto de volver a preguntar por Aiden, él se tuvo que marchar por una emergencia dejándome con un nudo en la garganta.

–Nena.–hablo bajito Louis.

Hasta mirarlo era extraño.

–¿Qué es lo que paso? Estaba subiendo al coche cuando me llamaron de que te estaban trayendo al hospital.–quiso saber siguiendo con su tono bajo.

Lo mire.

Estaba besando su hombro y al otro segundo estaba mirando su rostro cubierto de sangre, ¿qué había salido mal?

–No lo sé.–tenía tantas dudas

–Nena, aquí estoy.–sus palabras me atrevesaron el cerebro.

–Pero no cuando te necesite.–dije en un hilo de voz.

–¿Qué dices?–ladeó la cabeza confundido.

–Esto no está funcionando.–cerré los ojos negando con la cabeza.

–Aline creo que...

–Nunca estuvo en mis planes.–al abrir los ojos las lágrimas se derramaron.

Su rostro ensangrentado apareció una vez en mi mente haciendo que un sollozo saliera de mis labios.

–Aline...

–No puedo.–mi voz se cortó.

Bajo la mirada hacia el diamante en mi dedo.

–Creo que lo mejor será...–no pude terminar.

–¿Qué locura estas tratando de decir?–sacudió la cabeza.

Retire mi mano de su agarre con demasiado esfuerzo, la levante junto con mi otra mano sacando el anillo de compromiso de mi dedo inflamado.

–¿Qué haces? No.–intentó detenerme.

–Lo siento Louis, eres un hombre maravilloso, pero no puedo...

Tome su mano estirándola para dejar el anillo en la palma de está sintiendo una pequeña parte de mi yéndose con él.

–¿Estas acabando con nuestro compromiso?

Negué.

–Estoy acabando con todo.–susurré con firmeza.

–Te amo.–no causo nada en mí.

–Dejame ir, por favor.–dije sabiendo que era lo mejor para ambos.

Mire como un par de lágrimas caían por sus mejillas las cuales limpio con rapidez, se inclinó dejando un beso en mi frente antes de marcharse de la habitación dejándome sola con el ruido de mis latidos zumbando en mis oídos.

Había terminado con esto de la peor forma, había terminado con el orgullo que mi padre sentiría por mí, había acabado con todo.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora