Capítulo Veintiocho

5.1K 337 2
                                    

Boston,
25 de agosto 2013.

Pase la manga de mi suéter por debajo de mi nariz limpiando el líquido transparente que salia de esta, pegue mi espalda a la pared mirando como aquel aparato lo ayudaba a respirar, lo ayudaba a estar todavía con vida. Aún recuerdo las palabras de un médico atravesando me cuando le pregunte sobre Aiden, tres palabras y una lamentación me habían derrumbado una vez más.

Cayo en coma, lo lamento.

Esas pudieron ser las palabras más crueles de un médico, pero por supuesto que no las eran, esas solo eran las palabras más tiernas que pudiera decir a alguien que había dejado todo por nada.

Recuerdo haber visto a su madre y a su hermana entrar a la habitación con un rostro cansado y salir con este completamente lleno de lágrimas sin encontrar alguna razón de por qué su hijo y hermano estuviera en un estado así, no pude acercarme a ellas porque sabía que me odiarían aun más de lo que ya me odian, me odiarían por haber lastimado una vez a Aiden.

Cada vez que ellas venían yo me sentaba al otro lado de la sala de espera mirando como entraban en su habitación y salían más tarde con su rostro rojo por las lágrimas que contenían, ni siquiera podía pararme a decirles que lo sentía, que estaba ahí para ayudar a contratar el mejor medico si era necesario pero como lo había dicho, no pude, no tuve valor de que me dijeran palabras que en su parte eran ciertas, yo solo sabia joder a Aiden.

–¿Un café señorita Davis?–me dijo una de las enfermeras.

Negué mirando con la madre de Aiden hablaba con su médico personal que me daba la espalda.

–¿Quién es él?–dije sin despegar mis ojos de aquel hombre.

–Es el doctor Beckett.–aquel apellido resonó en mi cabeza.

–¿Beckett?–la mire pasmada.

–Si, es un gran doctor, podrá hablar con él en cuando la señora se marche.–me indicó con amabilidad.

–Gracias Elena.

Me sonrió dando un apretón en mi hombro dándome ánimos para seguir aquí, esperando a que el hombre al que amaba despertará para hacer lo que habíamos planeado en los últimos días, viajar a conocer el mundo juntos.

Cuando la madre de Aiden se fue el medico entro a la habitación, tome la oportunidad para ir a preguntar sobre el estado de Aiden, abrí la puerta despacio sin que el doctor se diera cuenta. Espere con mi espalda pegada a la pared a que el doctor terminara de revisar los aparatos conectados a su cuerpo cuando lo hizo se volteo quedando parado en su lugar mirándome como si ni lo pudiera creer, al igual que yo.

–¿Ethan?–fue casi un susurró.

–Si, ese mismo.–su postura cambio a una rígida.

Sentí un nudo en el centro de mi vientre.

–Me dijeron que la acompañante del señor Wright era una chica de apellido Davis, no pensé que fueras tú.–su voz era profunda y llena de tensión.

–¿Por qué? Por supuesto.–sonreí a medias sin muchas ganas- porque las chicas Davis siempre hacemos lo correcto cuando tenemos un compromiso.

–Pensé que jamás te volvería a ver.–cambio de tema con agilidad.

–Esa decisión fue tuya.–dije con cierto rencor.

–La peor, puedo decir.–murmuró.

Alce los hombros y mire a Aiden.

–¿Como está?–al dirigir mi mirada a él el corazón me dolió.

–No está respondiendo como esperábamos.–su voz de oía tan lejana para mí.

Le dirigí una mirada sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas.

–Tienes que hacer lo posible.–le pedí luchando contra las lágrimas.

–Eso hacemos.–asintió.

–No pueden dejarlo morir.–el nudo en la garganta me quemó.

Bajo la mirada soltando un suspiro.

–Lo quieres, ¿cierto?

Sacudí la cabeza.

–Lo amo Ethan, como nunca creí poder amar a alguien.–apreté los dientes sintiendo las lágrimas caer.

Limpie las lágrimas que habían caído por mis mejillas con rapidez sintiendo ridícula por llorar frente a alguien que hasta conocía como era mi masticar, si nunca se hubiera ido todo sería muy diferente ahora. Ethan, el doctor de Aiden, fue mi primer amor, fue el primer hombre en romper mi corazón.

–Debo irme.–susurró.

Cerré mis ojos sintiendo impotencia cuando dejo un beso en mi frente como si nada nunca hubiera pasado entre nosotros, como si nunca me hubiera abandonado sin ninguna razón.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora