Capítulo Dieciséis

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Boston,
22 de junio 2013.

Reí sintiendo como sus manos se movían por mi abdomen causando calambres que me provocaban grandes carcajadas que seguramente se escuchaban hasta recepción y eso es mucho decir ya que su penthouse era el penúltimo del edificio con veintitrés pisos.

—¡Me haré pis!–dije retorciendome en el piso.

Dejo de mover sus manos sobre mi abdomen después de escuchar los que había dicho, soltó una gran carcajada que hizo que mi pecho se encogiera al mirarlo tan relajado.

–Necesito el baño.–susurré con diversión.

–¿En serio?–dijo aún encima de mí.

–No.–volví a reír.

Se inclinó dejando su rostro cerca del mío, rozo nuestros labios dejando que las ansias para que los juntara inundara mi cuerpo, pero el sonido del elevador abrirse nos obligó a levantarnos del piso con rapidez para recibir a la chica de servicio que traía lo que cenaríamos.

Fui hacia mi bolso donde estaba mi celular sonando desde minutos atrás, lo tome mirando el nombre de Louis en letras grandes la parte superior de la pantalla, mire a Aiden que estaba entretenido haciendo cuentas con la de servicio, conteste la llamada caminando por el pasillo más cercano a mí.

–Hola mi amor.–respondí intentando calmar mi respiración.

–Hola bella, te extraño tanto.–dijo y espere sentir algún cosquilleo como siempre pero no apareció.

–Yo a ti.–mentí sintiéndome confundida.

–Prometo que estaré ahí lo más pronto.–una promesa vacía.

–No te preocupes mi amor, haz lo que tengas que hacer allá.–me rasque la nuca.

–¿Esta segura?–sonaba aliviado.

–Si, no quiero que te llamen de vuelta por dejar pendientes.–no estaba convencida si era por eso o por Aiden.

–Amo que seas tan comprensiva.–en su voz había algo más, no supe que era.

Me di la vuelta mirando a Aiden recargado en la pared del pasillo mirándome fijamente con una sonrisa sin decir nada, le sonreí de vuelta y volví a la conversación.

–Tengo que irme, tengo que arreglar algunos pendientes.

–Por supuesto, te amo bella.–se despidió.

–Yo a ti, adiós.

Colgué dejando caer mi brazo a mi costado, camine hasta Aiden que acomodó un mechón de cabello tras mi oreja en cuanto me pare frente a él.

–¿Todo bien?–dijo con preocupación.

–Si, era Louis diciendo que volvería pronto.–retire mi mirada cuando dije eso.

–¿Crees?–acarició mi mejilla.

–No, esos proyectos te roban mucho tiempo sin darte cuenta.–alce los hombros restándole importancia.

–Ya lo creo, ¿cenamos?

Asentí tomando su mano para caminar hasta la cocina donde ya estaba la cena sobre la mesa en platos limpios junto con una copa medio llena de vino blanco.

Me senté al mismo tiempo en que Aiden lo hizo, tomamos los cubiertos y comenzamos a cenar sin decir nada al principio.

–¿Cuándo será tu boda?–su pregunta me tomo con la guardia baja.

–Dentro de algunos meses.–respondí sin más.

–Específicamente.–quiso saber más.

–Diciembre.

–A la nena le gusta el invierno.–una sonrisa burlona se dibujo en sus labios.

–Me encanta, es mucho más fácil que alguien te caliente.–pestañee con coquetería.

Dejo el tenedor a medio camino a su boca, me dirigió una mirada donde pude mirar sus pupilas dilatadas.

–Lo creó.–coincidió conmigo usando un tono lascivo.

Mire como dejaba caer el tenedor a su plato, pero no hice eso, al contrario, yo seguí cenando como si no hubiera dicho nada se doble sentido.

–Come, se enfriará la cena.–señalé su cena.

–Si mamá.–puso los ojos en blanco.

Alce una ceja.

–Estoy bromeando.–se rio.

Volvió a tomar su tenedor para comenzar a cenar de nueva cuenta, empezamos hablar de los proyectos que tenía en pie en el trabajo y lo difícil que era –según– para él estar en el mismo edificio y no poder besarme o abrazarme, si, primera fase aún.

No estaba lista para meterme con él por completo porque sabía que eso implicaría que se metiera bajo mi carne y eso sería algo difícil de manejar para mí, no podría controlar mis actos y tal vez eso pondría aún más en peligro mi boda y todo mi futuro planeado.

Casarme.

Luna de miel.

Un par de viajes.

Hijos.

Y dedicarme al hogar por último.

–Creo que es tarde, tengo que volver a casa.–mire la hora en mi reloj.

–Entonces quédate.–dijo con simpleza.

–No, yo... Aiden no puedo.–me removi en mi asiento.

–No hay nadie en casa, así tú no estás sola y yo... yo tampoco.–una sonrisa torcida apareció en sus labios, esa maldita sonrisa.

–Bien, pero solo será esta noche, ¿bien?–una mentira más para mí que para él.

–Perfecto.–sonrió y se acercó para besar mis labios.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora