Capítulo Doce

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Boston,
08 de junio 2013.

Tome mi bolso donde llevaba todas las cosas que necesitaría para el trabajo, serían unas largas horas de labor por haber faltado tantos días. Le sonreí a Louis que me esperaba en la entrada del departamento con las llaves de su coche en sus manos.

–¿Te llevo?–me regaló una sonrisa.

–Por supuesto.–acepté regresandole la sonrisa.

Tomo mi mano después de haber salido del departamento hacia el elevador, cuando entramos nos colocamos a un costado para que las demás personas entrarán, podía notar a Louis nervioso o tal vez enfadado.

Cuando llegamos el estacionamiento tuve que abrir mi puerta por mí misma porque él estaba tan distraído que se olvidó de ello.

–¿Pasa algo?–susurré sintiendo el corazón acelerado.

–Quiero invitarte un café.–dijo encendiendo el coche.

–Llegaré tarde al...–me intenté excusar.

–No creo que les importe unas horas más de retraso.–me interrumpió.

Asentí sin decir nada.

El ambiente estaba un tanto tenso, pero no me permití que se desvaneciera, teníamos que hablar de lo que sea que le hayan dicho o se haya enterado.

–Vamos.–dijo cuando apagó el coche.

Baje del coche tomando mi bolso para después seguir a Louis que me esperaba en la entrada de la cafetería que había estado días atrás con él, carajo, tengo que dejar de pensarlo.

–Toma asiento, iré a ordenar.–me indicó antes de marcharse.

Asentí buscando una mesa disponible, cuando la encontré camine hasta ella tomando asiento. Mire a mi alrededor pudiendo notarlo a él sentado a unas mesas de donde yo con una chica con la que hablaba animado, al notar mi mirada alzo la suya chocando con mis ojos, me obligue a mirar a otro lado.

–Aquí esta.–dejo el vaso de cartón en la mesa.

–Gracias.–lo tome dándole un trago.

Mire el café fijamente sintiendo el corazón martillarme con fuerza, esta vez sentía que hacía algo malo con Louis y no con Aiden.

–Me llamaron de tu trabajo, dijeron que habías faltado.–me acusó.

No levante la mirada, me mantuve mirando el café.

–¿Pasa algo bella?–su mano alcanzó la mía dando suaves caricias.

Negué sintiendo un nudo en la garganta.

–Dime que pasa, sé que pasa algo tú jamás faltarías al trabajo por nada.–insistió.

No podía mirarlo, ni siquiera podía hablar, toda la culpa había vuelto.

–¿Es por aquel hombre?–soltó de pronto tomándome desprevenida.

Por instinto levante mi mirada hacia donde se encontraba Aiden con la chica, mire a Louis y volví a negar sintiéndome la persona más mentirosa del mundo.

–Llegaré tarde Louis.–dije por fin.

–Bien, te llevo.–se dió por vencido soltando un suspiro.

–Quiero caminar.–me negué.

–Está bien.–no insistió más.

Nos levantamos de las sillas yendo a la salida de la cafetería, antes de que yo tomara mi camino a mi trabajo Louis tomo mi muñeca.

–Sabes que puedes contarme lo que sea mi amor.–se acercó a mí.

–Lo se.–sonreí – te veré en la noche.

Bese cortamente sus labios antes de dar la vuelta sobre mus talones para comenzar a caminar con pasos cortos esperando a que él se marchara en el coche, cuando así fue me pare en mi lugar mirando por donde había desaparecido el coche.

–Hey.–dijeron a mi espalda.

Me di la vuelta encontrando a Aiden con una leve sonrisa en sus labios.

–Hola.–salude.

–¿Podemos hablar?–una mueca suplantó su sonrisa.

Asentí.

–Sobre lo del otro día...–comenzó a hablar.

–Fue un error definitivamente.–lo interrumpí con brusquedad.

–No iba a decir eso, pero, bueno ahora sé lo que piensas.–arrugó las cejas.

–¿Tu no lo crees? Aiden, me acerque a ti para ayudarte en tu vida, pero tienes todo, tienes un buen hogar y una buena familia.–moví mis manos en el aire mientras hablaba.

–Lo sé, pero...

–¿Esto es un tipo de venganza por lo que te hizo mi madre?–esa idea me atravesó el corazón.

–No, por supuesto que no.–suspiro– aquella noche cuando te vi me capturaste, desde el primer día que estuve en la cárcel te pensé cada segundo.

–Espera... No, no puedes, eso es obsesión.–retrocedí.

–Para ti, para mi es diferente.–dio un paso hacia mí.

–¡No me conoces de nada!–me alteré elevando la voz.

–Aline.–dio otro paso cuando retrocedi.

–Aléjate de mí, no te quiero en mi vida.–puse mis manos delante de mí obligando a que se detuviera.

–¿En serio? Dímelo y me marchare.–me desafío con aquellos bonitos ojos que tiene.

Abrí mis labios mirando sus ojos, no podía.

–Tengo que ir a trabajar.–me volví a excusar.

Me di la vuelta dispuesta a irme, pero su mano se cerró en mi muñeca dándome la vuelta haciendo que mi pecho golpeara el suyo.

–Dilo.–me pidió con sus ojos fijos en los míos.

Cerré los ojos.

–No puedo y te odio por eso.–me di por vencida.

–¿Me odias porque no me puedes alejar?–su voz era dura.

–Te odio por poner todo de cabeza.–susurre controlando mi voz temblorosa por su cercanía.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora