Capítulo Tres

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Boston,
25 de febrero 2013.

Solté un bufido apenas entre a la cocina donde se encontraba el nuevo novio de mi madre que me caía mal, era un egocéntrico y le encantaba humillar a la gente que no tenía los mismo privilegios que nosotros, algo que a mi madre comenzaba a hacersele habito.

—Hola hermosa.–dio un paso hacia mí con una mirada lasciva.

–Aléjate Alejandro.–dije con repudio.

–La princesa amaneció de mal humor.-se burló cruzándose de brazos.

–Mejor dime donde está mi madre.–gruñí molesta.

–Creo que sigue durmiendo después de la placentera noche de ayer.–se relamio los labios con burla.

Tense la mandíbula. Lo odiaba y odiaba a mi madre, ¿Cómo había metido a un hombre a la casa? Incluso a la habitación donde dormía con mi padre.

–No te pongas celosa hermosa, puedo estar contigo también.–intentó volver a acercarse.

–Das asco.–me di la vuelta.

Salí de la cocina yendo hacia la habitación de mi madre donde la encontré frente al espejo arreglando su maquillaje, esos kilos de maquillaje.

–Hola nena.–me sonrío a través del espejo.

–¿Cuándo se largará tu novio?–alce una de mis gruesas cejas a la espera de su respuesta.

–Ahora vive aquí.–le resto importancia.

–¿Es en serio?–dije entre dientes.

–Si, ayer trajo sus cosas.–señaló unas cajas en la esquina de su habitación.

–¡Estas mal en serio!–bufé enfurecida.

–Baja la voz niñata.–me amenazó señalandome con el dedo índice.

–¿Cómo haces esto? ¡Ni siquiera respetas la habitación en la que dormiste con mi padre!–y eso dolía aún más.

–Ya paso tiempo desde que murió, la vida sigue nena.–una sonrisa despreocupada se dibujo en sus labios.

No podía creer la naturalidad de sus palabras, salían sin esfuerzo algo que causaba rabia en mí.

–Bueno, de eso no venía hablar.–preferí cambiar el tema cuando el dolor se abrió paso.

–Dime, te escuchó.–dijo pasando la punta del lápiz labial por sus labios.

–¿Cuándo sacaras a aquel hombre de la cárcel?–no había día que no pensará en él.

–Cuando pague su condena.–junto sus labios para que el color se extendiera por todos ellos.

–No hizo nada madre, salvo mi vida.–mi voz tembló.

–Eso no me pareció ver.–me miró sobre su hombro.

–Déjalo libre, no hizo nada, ya pago bastante por algo que no hizo.–exigí algo que sabía que era en vano, ya lo había intentado antes.

–Faltan pocos meses para que salga, no le hace daño un tiempo más.–movió la mano restándole importancia.

–Ahora entiendo porque Eve alejo a su hija de nosotras, estas realmente mal, ¡Eres un jodido desastre!–estalle sin poder soportar un segundo más.

Mi rostro se volteo después de que mi madre estampara su mano contra mi mejilla que comenzaba a hormiguea.

–Agradezco que mi padre no esté aquí para ver en la mujer que te convertiste.–dije entredientes sosteniendo mi mejilla.

–Lárgate Aline.

–Sabes que te puedo dejar en la calle.–amenacé.

–No porque si lo haces ese hombre lo pagara.–me miró desafiante.

–Eres una bruja.–escupí.

Me di la vuelta comenzando a caminar a mi habitación donde ya tenía mis cosas listas para irme de esa casa e ir a vivir a mi nuevo apartamento donde Louis me acompañaría. Salí de la casa aguantando las lágrimas contenidas mirando de reojo a José -nuestro chofer- mirarme con pena, Louis al mirarme camino hasta mi tomando las maletas metiéndolas a su coche, se volvió hacia mí y me abrazo con fuerza haciéndome romper en llanto.

–Ya amor, todo estará bien.–paso sus manos por mi espalda.

Había escuchado tanto eso y nunca nada estaba bien, todo estaba mal, ese hombre había salvado mi vida y había estado pagando por algo que no hizo y que se le inculpo injustamente solo por la loca imaginación de mi madre.

–Vámonos.–pedí separándome.

En todo el camino a nuestro nuevo departamento fui pensando en contactar a mi hermana y a un abogado para liberar lo más pronto posible a ese hombre inocente, no había dejado de pensar en él desde que me salvo.

–Siento lo que estas pasando.–dijo con la mirada fija en la carretera.

–Agradezco que estés conmigo.–murmuré con sinceridad.

–Siempre mi amor.–me dió un rápido apretón en la rodilla.

–Gracias.

Cerré mis ojos cuando junto nuestros labios al parar en un semáforo en rojo.

–¿Sigues necesitando el abogado?–volvió a poner el coche en marcha.

–Ahora más que nunca.–asentí decidida.

–Tengo el número en el bolsillo de mi chaqueta.

Metí mi mano en la bolsa que él me había indicado moviendo mis dedos para encontrar la tarjeta, pero toparon con una cajita que la curiosidad hizo que sacara, era una pequeña caja de color verde menta de Tiffany's, mire a Louis y después la caja que abrí sin esperar un segundo encontrando un anillo de compromiso.

–¿Q-qué es esto Louis?–dije en un hilo de voz con los ojos puestos en el anillo.

–Vaya... Pensé que lo había guardado en el bolsillo contrario.–soltó una risa nerviosa.

–¿Louis?–logré despegar mis ojos para mirarlo.

–Llevamos varios años juntos Aline y estoy seguro de que quiero pasar mi vida contigo, te amo como nunca he amado a alguien así que... ¿Quieres casarte conmigo?–me miró cortamente mientras seguía conduciendo.

Maldición.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras que movía mi cabeza de arriba hacia abajo frenética aceptando ser la esposa del hombre que había estado conmigo en los momentos más difíciles.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora