Capítulo Treinta y Uno.

5.2K 323 3
                                    

Boston,
12 de septiembre 2013.

Hoy se cumplía un mes desde el accidente, el ambiente se sentía más pesado mientras observaba a su madre y a su hermana hablando con Ethan desde la esquina de la sala de espera como solía acostumbrar. Mire a aquella mujer abrazar a su hija envuelta en un llanto doloroso que me hizo temblar en el asiento, baje con rapidez mi mirada a la revista cuando mis ojos chocaron accidentalmente con los ojos de la hermana de Aiden, intenté en vano esconderme detrás de aquellas hojas de papel.

—¿Qué haces aquí?–su voz me erizo la piel.

Me quedé en silencio con la cabeza enterrada en la revista.

–Te hice una pregunta.–me arrebato la revista con brusquedad dejándome al descubierto.

–Yo...–¿qué debía decir?

–¿Qué mierda haces aquí?–su voz llena de resentimiento me golpeó el corazón.

–Solo quiero asegurarme de que esté bien.–inventé algo que sonó patético.

–¿Asegurarte de que esté bien?–se mofo mirando un momento a la habitación donde su madre había entrado– ¿O asegurarte de que está vez si lo hayas jodido?

–Esto no...–sacudí la cabeza.

–¿Qué es lo que te hicimos Davis?–el dolor era palpable en su voz.

–Nada, yo...–volvió a callarme.

–¿Es algún tipo de venganza?–las lágrimas se desbordaron de sus mejillas.

–Por supuesto que no.–dije con firmeza.

Ambas guardamos silencio en aquella sala donde teníamos miradas curiosas sobre nosotras.

–Lo has jodido, es posible que nunca despierte.–sus palabras fueron como una bala directo al corazón.

Sacudí la cabeza.

–Va a despertar, él...–tiene que despertar.

–Sino lo hace será tu culpa Davis, todo lo malo que le ha pasado es por tu culpa.–sus palabras eran como recibir fuertes golpes.

–Lo siento.–la voz me tembló.

–Lárgate de aquí.

–No.–no dude en responder, no iba a dejarlo.

–Lárgate.–su aliento me golpeó el rostro.

–No pienso moverme de aquí.–me negué con firmeza.

–¡Lárgate! ¡Aléjate de nuestras vidas!–explotó tomándome con brusquedad de los hombros.

Temblé en mi sitio.

–No pienso moverme de aquí.–repetí sosteniendo su mirada.

–Solo lo sabes joder, lárgate.

Era verdad, solo sabía joderlo pero quería ser egoísta y quedarme con él porque lo amaba más de que lo que alguna vez podría haber imaginado amar a alguien.

–No me voy a ir hasta que el despierte.–me mantuve firme en mi decisión.

–¿No lo entiendes? ¡Él no va a despertar nunca! ¡Así que vete de una maldita vez de nuestras vidas! ¡Déjanos en paz!

Eso era mentira ¿no?

Aiden iba a despertar, lo sabía.

No podía dejarme, aún lo necesitaba. Necesitaba decirle que lo amaba.

–Aline.–una voz externa nos hizo salir a ambas de aquella burbuja en la que nos encontrábamos.

Mire a Ethan y todo dentro de mí dejo de funcionar.

–Será mejor que me acompañes.–susurró.

Le di una última mirada a la hermana de Aiden esperando que supiera que iba a regresar antes de ir al elevador junto a Ethan que se mantenía en silencio a mi lado.

–Es mi madre ¿cierto?–pude escuchar mi voz a lo lejos.

–Si.

Está vez no nos dirigimos a urgencias sino que el elevador comenzó a subir hasta el detenerse en el quinto piso donde al salir seguí aún en silencio a Ethan que me guío hasta donde se encontraba mi hermana en la sala de espera caminando de un lado a otro.

–¿Qué está pasando?–detuve a Ethan incapaz de acercarme a Eve.

–Tienes que ser fuerte Aline.–eso solo significaba malas noticias.

–Dime que está pasando Ethan.–me mantuve firme.

Soltó un gran suspiro.

–Con la reciente sobredosis e intento de suicidio de tu madre, los médicos han pasado por alto un aneurisma cerebral en la parte inferior del cerebro de tu madre...–explicó con la mayor simpleza–... que lamentable ha estado sangrando desde hace unas horas, ahora los médicos se encuentran en el quirófano tratando de detener el sangrado.

Apreté los dientes para no llorar a pesar de que el dolor me taladraba el pecho.

–Va a morir ¿no?–me trague el nudo que se había formado en mi garganta.

–Los médicos están haciendo su trabajo.–una respuesta que escondía la verdad.

Me gire sobre mi eje cuando el sonido de las puertas hizo eco en mi cabeza, seguí con la mirada al hombre que se detuvo delante de mí hermana, di un par de pasos para lograr escuchar lo que estaba diciendo aquel hombre.

–Lo lamento mucho, hicimos todo lo que pudimos.

Mi vista se volvió borrosa un segundo antes de que lágrimas se derramarán y los sollozos me rasparan las garganta, me doble en mi sitio cuando el dolor que sentía me parecía insoportable. Sentí su brazo intentar rodear mis hombros pero de un manotazo lo alejé, me sujete del respaldo de la silla y mire a mi hermana que lloraba sentada con la cabeza enterrada entre las rodillas.

Mamá estaba muerta.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora