Capítulo Diez

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Boston,
03 de junio 2013.

Me coloque las zapatillas en mis pies terminando con mi atuendo para ir a la cena con Aiden, mire por el espejo como Louis preparaba una maleta para ir de viaje a Nueva York por unos días para cerrar un negocio con nuevos socios. Me di la vuelta sonriendo desde donde estaba parada, caminé con pasos pequeños y vacilantes hasta él colocándome a su lado.

–Puedes venir aun conmigo nena.–beso mi sien.

–Tengo una cena con un socio amor, sino juro que estaría con la maleta preparada.–mentí con descaro.

–Igual no estaré tantos días allá.–se giro terminado de acomodar la ropa en la maleta

–Lo sé, pero te extrañare de todas formas.–sentía los latidos de mi corazón en la garganta.

–Y yo a ti bella.

Tome su nuca para unir nuestros labios en un beso, abrí mis labios un poco dándole acceso a su lengua para que entrara en mi boca, me separe de él y le di un pico cuando una extraña sensación se instalo en mi pecho.

–Tengo que irme amor.–di un paso hacia atrás.

–Yo igual, ¿quieres que te deje en el restaurante?–susurró con dulzura.

–No hay necesidad, iré en mi coche.–negué con la cabeza.

–Muy bien, vamos entonces.

Salimos juntos del departamento como así lo hicimos al estacionamiento del edificio donde vivíamos, entramos cada uno a nuestro coche, pero en cambio yo espere a que Louis se marchara para después yo hacerlo sintiendo un manojo de nervios, ¿estaba haciendo mal?

Durante el trayecto al edificio donde me había citado Aiden fui mordiendo mi labio inferior sintiéndolo entumecido después de unos minutos, al llegar estacione el coche fuera del edificio, baje del coche y me encamine a la entrada encontrándome una recepción linda, pero nada comparada a otras.

–Buenas noches, ¿le puedo ayudar en algo?–dijo una chica joven con amabilidad.

–Soy Aline Davis.–susurré sintiendo la nuca caliente.

Aiden me había dicho que en recepción ya estaban informados de mi visita solo necesitaba decir mi nombre.

–¡Por supuesto!–sonrió.

La chica saco una tarjeta explicándome como se usaba para poder llegar al piso donde Aiden me esperaba, agradecí y fui al elevador donde pasé el código de la tarjeta para que el elevador comenzara a subir.

Pegue mi espalda a la pared de metal esperando largos segundos a que llegara al piso, esos segundos fueron suficientes para ponerme más nerviosa y sentir de nueva cuenta ese cosquilleo en mi vientre.

–¡Hola!–dije cuando las puertas del elevador se abrieron.

Le sonreí desde el interior del elevador del que salí sacándome el abrigo para colgarlo en el perchero de madera, camine hasta donde se encontraba él parado ignorando todo a mi alrededor, no observe ningún detalle solo lo mire a los ojos mientras me acercaba.

–¿Para que una cena?–cuestione.

–Para charlar.–dijo con obviedad.

–Pensé que ya lo había hecho.–lo seguí con la mirada.

Comenzaba a pisar terreno peligroso como lo era este hombre ahora para mí.

–Tal vez si.–sonrío acercándose a mi– tal vez no.

Trague fuerte al sentir su respiración chocando con mi oreja después de terminar de hablar, ¿por qué presentía que algo pasaría?, estaba a tiempo de irme pero algo me obligaba a quedarme.

–Cenemos entonces.–intenté de ignorar mi paranoia.

–Vamos.

Tome su mano que estaba extendida hacia mi cuerpo, camine detrás de él mirando como daba los pasos con elegancia, mire a mi alrededor y todo era muy diferente a la recepción, moderno y en colores neutros.

–Hice espagueti en salsa roja y hay un poco de vino blanco.–miro sobre su hombro a la cocina.

–Esta perfecto.–sonreí.

Me senté en la silla que él hacía hecho para atrás para mí como caballero para que tomara asiento mientras él servía la cena, mire mis dedos juntos en mi regazo hasta que coloco el plato frente a mis ojos.

–Espero te guste.–me volvió a regalar una de sus malditas sonrisas torcidas.

Sentí su mirada sobre mi esperando a que diera el primer bocado, enredé un poco de fideos en el tenedor para llevarlo a mi boca, maldición sabia tan bueno que un gruñido escapo de mis labios.

–Sabe delicioso.–asentí con satisfacción.

Mire como sus ojos estaban fijos en mis labios, mordí mi labio inferior lo que tal vez fue la peor opción por que apenas y lo mordí él se inclinó tomando mis labios con posesión como si llevara tiempo queriendo hacerlo.

Carajo se sentía tan bien que me fue imposible mantener mis manos quietas, enrede mis dedos en su cabello profundizando el beso hasta que fui consciente de lo que estaba haciendo.

Mierda, Louis.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora