Capítulo Veinte

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Boston,
14 de julio 2013.

—Si, yo también te amo.–respondí con una sonrisa fingida.

Mire su sonrisa desde el otro lado de la pantalla, se seguía mirando cansado algo que me preocupaba pero preferí callar y no mencionarle nada a mi prometido.

¿A quién engaño? Ni siquiera lo seguía viendo como eso.

–Prometo que estaré pronto en casa.–repitió aquella promesa vacía.

–No te preocupes mi amor, haz lo que tengas que hacer.–sonreí sin mostrar los dientes.

Suspiro.

–Te extraño, deberías venir unos días aquí o yo ir.

–Ya veremos cariño, tengo que arreglar la inauguración de buena esperanza, vendrás ¿cierto?–dije con ilusión, era algo importante ara mí.

–No lo sé nena, no creo poder, pero toda la suerte.–su respuesta fue como recibir un golpe en el estómago.

Baje la mirada sintiendo desilusión, había trabajado tanto en este proyecto que esperaba poder compartir con él ese logro, pero al parecer ese trabajo era más importante que yo para solo tomarse una noche y venir.

–Está bien.–sonreí– tengo que irme.

–Haré lo posible para ir.–sabía que lo decía solo por decirlo.

Negué sonriendo, tratando de mostrar que no pasaba nada.

–Está bien, no tienes que venir ya te contare como estuvo.–le reste importancia.

–Te amo.–me regaló una sonrisa.

–Yo a ti, adiós.–me despedí.

Colgué la videollamada soltando un suspiró, cerré la portátil y la deje en la mesita de noche de la habitación de Aiden que estaba recargado en la puerta mirándome con una mueca en su rostro.

–Hice café.–levantó la taza.

–Gracias.

Tome la taza con café en mis manos para darle un gran sorbo tratando de que el nudo en mi garganta desapareciera. Llevaba semanas sin ver a Louis salvo a través de una pantalla donde solo durábamos como máximo cinco minutos hablando porque o él tenía que irse o yo tenía que hacerlo, esto se estaba jodiendo.

–Si te ama tanto como lo dice vendrá a la inauguración.–sus palabras me dejaron pensativa un segundo.

Si me ama...

–No lo creó, no creo que se dé un solo día para venir a ver el proyecto que hizo su novia durante meses.–dije malhumorada.

–Lo hará.–me dió un apretón en la mano.

Recosté mi cabeza en su pecho desnudó, cerré los ojos conteniendo el aire; no podía obligarlo a venir, así como yo tenía mis obligaciones él también las tenía, pero tampoco es que le costara mucho venir una sola noche para verme o ver por lo que trabajé durante meses.

–Vístete, saldremos.–ordenó.

–No podemos salir juntos y lo sabes.–le recordé la única condición de lo nuestro.

–¿Como amigos?–sonrió con timidez.

Rodeé los ojos.

–Bien.–acepté.

–¡Eso es!

Reí levantándome de la cama caminando al baño donde le puse seguro a la puerta, me miré en el espejo notando mis ojos rojos seguramente por aguantar las lágrimas, negué sacándome la ropa para entrar a la ducha que relajo por completo mi cuerpo, tenía que ser más comprensiva con él llevaba semanas trabajando en ese proyecto.

–Te traje un poco de ropa de mi hermana.–dijo del otro lado de la puerta.

–Gracias.

Tome la ropa interior mirando la tanga de encaje negro lo que me hizo soltar una gran carcajada.

–¿Piensas que con esto que usa tu hermana aun es virgen?–me burle.

–¿Qué? –rio – no es de mi hermana, lo compré para ti.

Sentí toda la sangre abandonar mi cuerpo.

–No me pondré esto, exijo unas bragas más decentes.–me cruce de brazos.

–Lo siento, es lo único que hay.–alzó los hombros con una bonita sonrisa en sus labios.

Volví mi vista al vestido negro tendido sobre la cama.

–Creo que no usare esto.–deje la tanga en la cama.

–¿Que?–me miró con los labios entreabiertos.

–Prefiero llevar el vestido sin bragas si a esto se le llama así.

Rodó los ojos.

–Me daré una ducha.–se dirigió al baño.

Maldito.

Me puse la ropa interior con resignación para después colocarme el vestido negro junto con unas zapatillas de piso del mismo color, cuando Aiden salió del baño yo ya estaba lista sentada en la cama con el celular en mis manos mirando las fotografías que mi hermana me había mandado de lo que, hacía falta para la boda, la boda, carajo.

–¿Todo bien?–me miró mientras abrochaba su cinturón.

–Si, ¿estas listo?–me levanté de la cama.

–Por supuesto, vamos.

Salimos de su penthouse con nuestras manos entrelazadas dentro del elevador que estaba vacío por completo obviamente salvo por nosotros, sentí su brazo rodear mis hombros pegándome a su cuerpo.

–Si él no estará ahí yo sí.–una promesa que hizo mi corazón temblar.

Sonreí.

–Gracias.–bese su cuello.

–No agradezca, quiero que pases tu logro feliz.–beso mi frente.

Caminamos hasta su BMW que estaba cerca del elevador, me abrió la puerta del copiloto como siempre lo hacía, me monte y espere a que él lo hiciera para comenzar con el trayecto a donde sea que me llevará.

–¿No quiere ir a Italia con él? Puedo arreglarte unas vacaciones.–dijo sin mirarme.

Lo mire, quería ir, pero eso sería en vano porque él se la pasaría todo el tiempo trabajando.

–No, pero muchas gracias.–sonreí y me gire para mirar por la ventana.

Cuando me di cuenta Aiden ya estaba estacionando el coche cerca de todas esas tiendas de comida y ropa cara donde solía venir con mi madre cuando era pequeña.

–Quiero verte sonreír, ¿sí?–me pidió en un susurró.

Sonreí, pero fue más una mueca, sus manos se colocaron en mi cintura atrayéndome a su cuerpo, junto nuestras frentes.

–Te contaré un secreto.–dijo bajito solo para que yo escuchará.

–Te escuchó.–imite su tono de voz.

–Te quiero.–dijo cerca de mis labios.

Sonreí con mis ojos llenos de lágrimas sintiendo un sentimiento diferente, ese sentimiento cuando te enteras de algo que querías saber hace demasiado tiempo pero que no tenías el valor para escuchar.

No podía seguir negandolo, ya había caído por él.

Peligroso Amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora