38. ENCERRADA.

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~~JO~~

Despierto en la parte de atrás de un auto y asustada me pego a la puerta, a mi lado está Alexander mirando al frente, sin inmutarse y entiendo la razón cuando miro el arma que me apunta desde su mano derecha, debajo del brazo izquierda.

—¿Qué estás haciendo? —exijo saber, aun así.

—Esa no es la pregunta Jo, la pregunta es: ¿Qué vamos a hacer?

El resto del camino no responde a ninguna de mis otras preguntas, y llegamos a un hotel en la zona de los ricos de la ciudad, allí esconde el arma dentro de su chaqueta para que no la vean, y me lleva a la recepción del brazo, sus hombres nos siguen así que descarto la idea de correr. Pasamos de largo al ascensor y un par de sus hombres se quedan en la planta baja.

—Están haciendo que alguien apague las cámaras y van a borrar nuestra llegada, ¿Sabes lo que significa? —me pregunta aplastando el botón de un piso bajo—; significa, que deberías relajarte y cooperar, ya que nadie va a poder encontrarte en los próximos días, quizás semanas, cubrí todo, si alguien te busca con el sistema de seguridad de la ciudad va a tener que ver el recorrido de tantas pelirrojas con tu contextura que preferirá mantenerte desaparecida.

O puedo creer lo que está pasando, ¿No eran amigos cercanos? ¿No habían crecido juntos?

—Si esta es una broma estas yendo muy lejos —le advierto en voz baja, pero los latidos desbocados de mi corazón alerta me advierten a mí que no sea estúpida, no lo es.

Sonríe ampliamente y me lleva por el pasillo hasta la habitación 25, que abre mostrando un espacio amplio, con una pared de tres espejos que la cubren, sus escoltas se quedan afuera. Me suelta y pasa de largo mirándose tremendamente orgulloso a través del espejo, extiende los brazos como proclamando un logro y me mira de pies a cabeza.

—Desvístete —me exige acabando con el ánimo de celebración.

—No —le contesto con la voz temblorosa.

—No me gustan las cosas a la fuerza —voltea—, si intento hacerte mía ahora no vas a querer y no te quiero obligar, soy alguien decente, no quiero lidiar con eso.

Las manos me sudan y cada paso que da hacia mí se siente como un empujón al filo que me separaba del vacío, se nota en su mirada que disfruta el verme tan asustada.

—Desvístete Jo, o la otra opción no te va a gustar tanto —insiste.

—No —repito yo.

Sonríe amargamente antes de que su puño impacte en mi abdomen quitándome el aire, y me entierra una mano en el cuello mientras siento que me corta el paso del aire, la garganta me arde y mis pulmones aclaman un aire que no tienen. Muevo las piernas queriendo golpearlo, pero no tengo fuerza y me da una patada en ellas haciendo que las lágrimas surjan con el dolor en los huesos.

—¿Ya te quieres desvestir? —sus ojos se pasean ansiosos por mi rostro.

Muevo la cabeza negándome y del cuello me tira al piso para darme una patada en el abdomen de nuevo. Me tapo con los brazos como acto protector y vuelve a patearme, repetidas veces, cuando para los brazos me arden y duelen de una manera descomunal, siento que me rompió algo, pero sé que no es así.

Las lágrimas me brotan y muevo los brazos adoloridos bajo su mirada furiosa.

—¿Por qué haces esto? —le pregunto—, no te hice nada.

—Tú no, pero tu novio sí, y a él no le importa perder nada material, no se aferra a las cosas, si está donde está es porque si le piden la cabeza de quien sea a cambio de poder él consigue esa cabeza, no pregunta si tiene hijos, si es madre o padre, si es hermano de alguien, no le importa nada, importaba —se corrige—, años esperando que alguien le importara y nada, desde el principio tú fuiste diferente a las otras para él, porque yo te pedí y debió dejarte, pero no lo hizo, se aferró, y luego se enamoró.

LUMINISCENCIA (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora