26. PROTEGERLOS.

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~~JO~~

¡Ya por fin regreso! Quiero verlo y besarlo y... «Debo dejar de pensar en eso».

Marina está a nada de descomponer mi celular con llamadas y mensajes, pero no le puedo contestar, estoy en el final de mi última clase del día.

Y para colmo tengo un informe de diez páginas que debo entregar el lunes. Solo estoy acumulando estrés y necesito desestresarme con... «¡Que ya dejes de pensar en eso!». Si alguien supiera lo que pienso dudaría que soy más virgen que el aceite de Oliva.

El cirujano se va y Sheila me jala afuera de la clase.

—Contesta el teléfono —me pone las manos en los hombros—, vi cómo lo revisabas constantemente, ¿Es Nathaniel?

Ruedo los ojos y Marina vuelve a llamarme así que le contesto.

¡SOS perra!, hoy hay una fiesta de máscaras y estoy afuera de tu universidad para que vayamos por vestidos y máscaras.

No puedo, tengo que empezar con mi informe.

Le pagaremos a alguien para que lo haga.

Por supuesto que no, es importante.

La fiesta también lo es.

Bueno... Podría hacerlo en dos días, pero no me gusta dejar la tarea para los fines si no es estrictamente necesario.

No sé...

Llevo esperándote una hora aquí afuera, bajo el intenso sol que amenaza con derretirme —se queja y me saca una sonrisa.

Esperaba ver a Nathaniel hoy...

Y lo verás. Él es el que me pidió que te lleve.

Eso me pone a imaginarlo en traje y con una máscara que solo me deje ver sus ojos y labios...

Está bien, ahora salgo. —Corto.

Sheila se me cuelga del brazo y salimos a su encuentro.

—Hola. —Me da un beso en la mejilla y le sonríe levemente a Sheila.

—Whoa... Eres muy... —la mira de arriba a abajo sin disimulo—. No sé si tenerte envidia o ganas.

Marina y yo nos reímos.

—Ganas. Las ganas te las puedo quitar, la envidia no —contesta divertida.

Sheila me mira sorprendida, con los ojos muy abiertos.

—Me encanta esta chica —dice contenta.

—Nos —la corrijo.

Se despide y se va. Me quedo con Marina y nos subimos en su auto con dirección al centro comercial.

—Nuestro objetivo son vestidos cortos o largos que sean sexys y las máscaras las escogemos de acuerdo al vestido, no te preocupes por el precio, yo invito.

—No, yo me pagaré mi vestido. —Me cruzo de brazos mirando hacia el espejo retrovisor que me deja ver a los autos negros siguiéndonos.

—Ahorrémonos la pelea innecesaria porque voy a ganar.

—No te dejaré pagar mis cosas —le repito.

—Que distraída estás, crees que fue una pregunta. —Se ríe.

—Marina, no me voy a vestir con lo que pagues.

—Entonces irás desnuda, genial, volverás loco a Nathaniel —me asegura divertida—, y a todos en la fiesta.

LUMINISCENCIA (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora