LUMINISCENCIA (#2)

41. BASTA CON SENTIRLO.

~~JO~~

La mañana la recibo con una sonrisa. Mi familia y la familia de Nathaniel se fueron ayer, él pasó gran parte de la tarde adelantando reuniones y creo que lo hizo para estar lo más libre posible esta semana, por la noche aceptó ver una película conmigo y lo hicimos en el sillón para luego subir a la cama.

Él ya no está en la cama, así que tomo mi celular del velador para ver la hora, son pasadas las 8 de la mañana, así que debe haber ido al gimnasio. Quizás yo debería ir.

Bajo con algo cómodo para mi oficina y enciendo la computadora para estudiar un poco. Más tarde entra Lidia con mi desayuno y le agradezco, dos horas después salgo a ver a Nathaniel, pero ya no está en el gimnasio así que subo a verlo a la habitación y por el sonido de la ducha sé dónde está. Su celular está en la cama tendida y la pantalla se enciende por una notificación.

Salgo de la habitación y bajo al tiempo en el que Lidia va de salida, dejó el almuerzo y la merienda hechos como normalmente hace. Aplaudo cinco veces esperando no quedar mal si aquí en la sala no está la reproductora de música, me alegra que hay un ligero sonido que creo que es una afirmación de que está aquí. Le pido una canción y la pone así que me muevo por toda la sala como si nada, dejando las pantuflas de lado y sin pena de que Nathaniel vaya a bajar y me vea dando vueltas y saltos como una loca por su sala.

Hay un tipo de libertad en esta casa, más bien con él, algo que sé que no voy a volver a encontrar, es esta vez, la única vez que creo que sentiré algo tan grande por alguien, que me llamen ridícula porque me faltan muchos años y conoceré gente sin problemas que llamen a la muerte, pero siento con certeza que ni el hombre más amoroso va a hacer que lo ame con cada poro de mi cuerpo.

A Nathaniel no lo voy a ver en todas partes, pero lo veré cuando esté sola, conmigo misma, en una habitación a oscuras sin poder dormir, entonces lo veré, cuando nadie este a mi alrededor, en secreto, para siempre.

Mis pies se levantan del suelo y sonrío cuando después de darme una vuelta mis medias vuelven a traspasarme el frío de la baldosa, me volteo de inmediato y me toma por el rostro antes de plantarme un beso. Su rostro se mantiene cerca del mío, y me mira directo a los ojos.

—¿Te hace tan feliz que estemos solo los dos aquí? —me pregunta en un tono bajo y rasposo.

Sonrío ampliamente grabándome el color de sus iris.

—Nunca estuve tan feliz —acepto.

Su mirada me muestra que no se esperaba una respuesta tan significativa y sincera, se queda mirándome y siento que podría llorar, así que le cojo las manos y me alejo sin soltarlo, enseguida le suelto una y giro hacia adentro con la otra, terminando con la espalda en su pecho. Me pasa el otro brazo por la cintura y me da un beso en la mejilla antes de soltarme, yo vuelvo a bailar, esta vez con él mirándome como si no hubiera nada más que le interese aquí. Lo rodeo mientras se cruza de brazos sin perderme de vista, y con una leve sonrisa que me parece muy dulce.

En algún momento da cinco palmadas y cuando la música se corta me quedo a un metro con la respiración muy agitada, con el nivel de oxitocina al máximo. Los pies y brazos todavía me duelen ligeramente, pero no voy a dejar que ese simple dolor arruine estos días.

—¿Qué quieres hacer ahora?, ¿Qué más te hará tan feliz? —me pregunta interesado.

Tengo algunas cosas.

—Tócame una canción todos los días hasta que se terminé la semana, en la noche.

—Hecho —contesta de inmediato.

—Lleguemos a varios orgasmos a diario, cada vez que podamos —No puedo creer que pude decir eso—; en la cama, en la ducha, en los sillones, en el mesón, en las oficinas, en el gimnasio, en la mesa, en las gradas...